Corazón que no siente

Es consolador y alentador darse cuenta de la inmensa solidaridad, bondad y com-pasión de todos los ciudadanos cuando se producen catástrofes como las que Galicia y España entera están viviendo estos días con el trágico accidente ferroviario acaecido cerca de Santiago de Compostela. 
Al observar estas imágenes de muertes horrendas, de niños, mujeres y hombres atrapados y sacrificados en unos instantes y el desprendimiento incansable de cuantos podían ayudar, aportando mantas o donando su propia sangre, nos llenamos de esperanza y nos conforta la “calidad humana” en medio de tantas adversidades, confusión, incoherencias, incompetencias. 
Ojos que ven, corazón que siente. 
Tendremos que aprender ahora este “despertar” de los buenos sentimientos y de la fraternidad para “ver” también a los invisibles, a los millones de seres humanos que sobreviven en condiciones límite, a los que mueren de hambre cada día al tiempo que los poderosos y prósperos miran a otro lado.
Movilicémonos ahora en favor de la alimentación para todos, en favor de la inmediata reducción de los gastos militares y en armamento, en favor de que den más los que más tienen. La democracia consiste en repartir. Estoy seguro que los acontecimientos tan tristes que acaban de aflorar tanta solidaridad pueden favorecer esta “compasión universal”. 
Ojos que ven, corazón que siente. Hay todavía demasiados invisibles.



Dejar un comentario

captcha