Si hay algún número que simbolice la mala suerte es el trece . Supongo que no dependa de los astros, ni de lo que uno come, sino de la tradición que uno recibe y que, queramos o no , condiciona nuestro futuro. Así el refranero dice que “En martes 13, ni te cases, ni te embarques, ni te mudes a ninguna parte” y con esa copla o parecidas vivimos desde tiempos inmemoriales hasta el extremo que en la actualidad se ha querido justificar el contenido cenizo del 13 con sucesos tan relevantes como la explosión de los tanques de combustible del Apolo XIII en pleno vuelo y eso que no hubo ningún fallecido. Sorprende, en esta misma línea, que en Fórmula 1 nadie corra con el número 13, que en fútbol sean contados los jugadores que se enfundan la camiseta con el 13 y suelen ser los porteros, así Varas, Pinto o el Loco Abreu, o que ninguna persona española lleva el número 13 en su DNI. Afortunadamente el 13 no desaparece del calendario y hay multitud de personas que nacen en 13 y piden siempre que su número de lotería termine en 13,
Dicho todo esto hay que constatar que no hay la menor base científica que justifique la mala suerte que se asigna al número 13, aunque quizás la clave del conflicto sea esa obsesión que tenemos los humanos por clasificar, amaestrar y controlarlo todo , hasta incluso el tiempo, sin saber si los mecanismos de control son seguros o un mero acuerdo, una mera convención, pues quizás deberíamos aplicar a la medida del tiempo, los matices afectivos que le acompañan, y sólo así uno puede comprender por qué hay horas que tardan más en pasar- especialmente las noches de Hospital, de trabajo- y otras que se nos escapan sin darnos cuenta, -las de diversión, fiesta -. Esta mentalidad calculadora y organizativa lleva al invento del reloj que liberó al gallo de su función de pregonero de la mañana, y hace que el hombre, cansado de su poder tiránico, al jubilarse paralice su despertador para tener de verdad la sensación de ser el único propietario de su tiempo, pues como muy bien decía Salvador Dalí, nuevamente resucitado en su actual y exitosa Exposición del Reina Sofia,” si de algo somos dueños es de nuestro tiempo.”…
Centrándonos en la actualidad, los medios de comunicación airean con intensidad el 13: así se habla de los 13 magníficos del domino de Siero, las 13 propiedades fantasmas de la Princesa Cristina – y eso que la familia real tiene reservados los números de dos dígitos y que a la infanta Cristina le asignaron el 14, para no tener el 13 que le tocaba por orden de nacimiento- los 13 de Ponferrada, los 13 de Siero, los 800 casos de corrupción en 13 años, la elección del Papa Francisco un 13 de marzo… y para colmo este año acaba en 13 , número que indica las personas que acompañaron a Jesús en La última Cena, siendo Judas precisamente el número 13, pero las paradojas no han hecho más que empezar y recientemente me he enterado que uno de los factores claves para que Miguel Ángel Revilla no pudiera revalidar su presidencia de Cantabria se debió a una desafortunada llamada de teléfono recibida un 13 de mayo de 2010, donde el ministro del ramo le comunicó que se suspendía la tramitación del AVE de Cantabria.
Visto lo visto uno sólo le queda desear que se aclare todo lo referente a la adjudicación de propiedades de manera irregular a la Princesa Cristina, ¡que bastante suplicio tiene todos los días al leer la prensa! y reconocer lo compleja e ilógica que es la vida, cuando uno ingenuamente hacia suya aquella muletilla filosófica de “Pienso, luego existo”. No obstante los que nos movemos por certezas nos basta con saber que un 13 de mayo de 1917 la Virgen se apareció a unos pastorcitos en Fátima(Francisco, Jacinta y Lucía) para alertarnos y recordarnos las verdades elementales del BUEN CAMINO y cómo huir de los espejismos del dios llamado mundo.