Leo un viejo libro de Jean Gitton donde diagnosticaba hace años, este pensador francés, que "el hombre de hoy ha visto que el superdesarrollo y el supererotismo no podrán mantener por mucho tiempo el ritmo del crecimiento actual, y acabarán por poner en evidencia, la necesidad de elegir entre el ser y la nada, entre el egoismo desenfrenado - sexo, droga, alcohol - y un verdadero descubrimiento de la persona que tenemos al lado".
Por eso propongo a mis lectores que este verano miremos a los ojos de nuestra gente querida. Los ojos de esa mujer o de ese marido al que llevas unido treinta, cuarenta, cincuenta años...los ojos de tus hijos cuando juegan en la calle, los ojos de esos hijos jóvenes cuando se quedan colgados de sus sueños. Nadie, nada, nunca os contará tanto como los ojos de las personas queridas. Leerlos, por favor, en estos días de descanso veraniego.
También me atrevo a pedir para el verano un poco más de "turismo interior", que consiste en viajar por la propia alma. Tenemos que descubrir que hay vida más allá de las playas de moda, de los hoteles imponentes, de las noches de alcohol. Y que necesitamos tiempo para una buena lectura, para el silencio que alimenta el alma, para buscar a Dios y centrar un poco la vida.
Decía Ugo Betti que nuestro mundo es una civilización de solitarios egoístas: "ni odiamos, ni nos amamos; solo nos desimportamos". Pero, ¿seremos capaces de interesarnos unos por los otros mirándonos a los ojos?