Somos polvo de estrellas; también brisa de luz que llora y se emociona, siente, sufre y ama por encima de las tumbas.
Un juglar, tan necesario en estos tiempos en que la poesía ha sido almacenada en el rincón de los trastos viejos del alma, cantó una vez ante una mirada de color turquesa:
“Porque son, niña, tus ojos / verdes como el mar, te quejas; / verdes los tienen las náyades, / verdes los tuvo Minerva / y verdes son las pupilas / de las huríes del profeta”.
Ella, dice el versolari del presente relato, no era ni modelo ni profesora de inglés. Tampoco jugaba al tenis en cancha de nácar, ni hacía ganchillo con lana bermeja en el barroco mirador. La adolescente afgana de enigmáticos ojos verdes fotografiada con la cámara de Steve McCurry ha sido localizada por el fotógrafo que la inmortalizó en aquella portada de National Geographic de junio de 1985. El tiempo casquivano se congeló, pero dejó cicatrices, y éstas, si se tocan, duelen aún.
La jovencita, un pedazo de adolescencia símbolo de la lucha libertaria de las mujeres afganas, y la foto más conocida de la revista en sus largos años de existencia, es en la actualidad una madre con tres hijos, apegada a las costumbres tradicionales y religiosas de su etnia pastún, y vive en una aldea remota de Afganistán junto a su familia empobrecida. Ella hoy ni recuerda que un lejano día sus inmensos ojos verdes impactaron en millones de miradas hasta los más recónditos confines del planeta.
Con gran esfuerzo y mucho entusiasmo, ha sido nuevamente Steve McCurry quien la ha encontrado tras una larga investigación de aldea en aldea, hasta ver nuevamente el rastro perdido de esos ojos verdes. “Tuve una reacción visceral cuando vi su cara de nuevo”, ha declarado el fotógrafo.
“Estuve absolutamente seguro de que Sharbat Gula era la muchacha afgana buscada sin descanso por mí durante años. Sus ojos siguen siendo tan cautivadores como entonces, y al verlos los míos se llenaron de agua”, añadió.
La mirada de Sharbat aún ahora es arrebatadora. Ya no tienen el brillo de entonces, hay en ellos una cierta expresión de tristeza. Poco después de esa foto, realizada en un campo de refugiados de Pakistán, la adolescente se casó y regresó a su país. En este tiempo dio a luz cuatro hijos. Uno de ellos murió poco después de nacer.
Una copla rasga el aire... “me he muerto en tierras lejanas y nunca podré llegar. / Ojos tristes de mi vida, ¡cuánto tendré que llorar!”