Por fin hemos podido descansar, Catalina y Guillermo, duques de Cambridge, han tenido un hijo con un peso estupendo: 3,8 kilogramos. La sucesión en la corona británica está más que asegurada ya que, con este nuevo vástago, son tres los herederos en lista de espera directa y sin tener que echar mano de la reserva. La buena nueva se difundió y tubo una extraordinaria cobertura en las cadenas de televisión españolas, tanto como si el parto hubiera sido nuestro.
La reina Isabel II, con su empeño de no abandonar la poltrona y su afición a lucir sombreros y bolsos por el imperio, está suponiendo un verdadero tapón para las aspiraciones y ganas de conseguir un primer empleo fijo para el eterno príncipeCarlos, ya un poco mosqueado porque a su edad, en los saraos de la realeza europea, le siguen poniendo a él y a la bella y fogosa Camila en las mesas de los jovencitos aspirantes.
Dicen los duques de Cambridge que el niño aún no tiene nombre, pero pronto le elegirán uno adecuado con su realengo. Si no lo encuentran yo les sugiero que nombren una Comisión de Expertos como hace Mariano Rajoy aquí en España cuando no le salen las ideas y tiene que justificar recortes o subir impuestos. Personalmente yo a los duques y al abuelo Carlos les apuntaría como nombre ideal el de Robín Hood, que, una vez solucionado el atasco dentro de unos ciento cinco años, reinaría con el nombre de su alteza Robín Hood II.
Seguro que no me hacen ni puñetero caso. Allá ellos.