El pasado martes el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se reunió y comió con 17 de los principales empresarios de nuestro país. Banca, constructoras, eléctricas, telefonía, comercio..., lo mejor de lo mejor. Rajoy, según ha transcendido, quería agradecerles la labor realizada -dentro del llamado Consejo Español de Competitividad- potenciando por diversos países extranjeros la Marca España y transmitiendo a los "mercados" las bondades de las reformas realizadas por nuestro Gobierno. Aprovechó también el presidente para informar a todos los ilustres comensales presentes que, siguiendo el mandato de una mayoría de los españoles que le dieron su confianza en las urnas (eso sí, con un programa electoral absolutamente fraudulento), pensaba agotar la legislatura.
En la fotos publicadas en y por los diversos medios de comunicación pudimos ver a un Mariano Rajoy relajado, en su salsa, marcando paquete con la élite empresarial. Esa élite muy cómoda con las reformas que el Gobierno con mayoría absoluta del Partido Popular viene aplicando; la misma élite que, al igual que por el tamaño de sus empresas tiene capacidad de dar trabajo a miles de españoles, es la culpable -aprovechando la benevolencia de las medidas adoptadas y el chollo de las fusiones- de que también miles de españoles estén en la cola del paro; al final, la misma élite que defrauda a la Hacienda española -al Estado y al pueblo español- con sus trapicheos contables, sus oficinas y sus representaciones en los llamados paraísos fiscales.
El martes fue un día perfecto para Mariano Rajoy después de las turbulencias de los últimos días. Los 17 ilustres empresarios españoles no le interrogaron sobre el asunto Bárcenas -sus sobresueldos, sus coquetos mensajes, la financiación ilegal del Partido...- y él, en justa correspondencia, no les preguntó (¿para qué?) por las Islas Caimán o las cuentas en Suiza. ¡Buen provecho!.