Se sabía que de la faz del extinto caudillo se había hecho una máscara mortuoria, pero hasta hoy ignoraba que esa máscara estuviera en el Museo del Ejército de Toledo. Yo no sé qué se puede hacer con un objeto de esas características en un país que se dice libre y democrático, pero está claro que ni en Rusia, Alemania o Italia encontraremos una tal remembranza de semejante tenor que represente a Stalin, Hitler o Mussolini, cuya simbología fue arrumbada por la historia.
Mucho menos la encontraremos si, además, a modo de placa explicativa -tal como sucede en la citada entidad toledana-, a la máscara se le aplica el lema Héroes de España, en contra de la llamada Ley de Memoria Histórica, aprobada hace casi seis años, y que prohibe toda exaltación del dictador o de la dictadura. Un diputado del Congreso ha preguntado al Gobierno por esa anomalía y el ejecutivo se ha limitado a responder que los paneles informativos de los museos públicos se realizan con creiterios museográficos e historiográficos, por lo que cabe entender que esos criterios son los propios del viejo régimen, donde la heroicidad del dictador estaba fuera de toda duda porque no cabía rebatirla.
Recordemos que cuando fue ministra de Defensa con el gobierno del PSOE Carmen Chacón, hace algo más de tres años, se dio la orden al entonces jefe del Estado Mayor, Fulgencio Coll, de eliminar no solo los emblemas y símbolos franquistas de los cuarteles, sino las denominaciones de centros y unidades que evoquen a militares de la dictadura. También consta en las hemerotecas que hace apenas quince días, el Partido Popular, gobernante en la Comunidad de Madrid, votó en contra de eliminar la simbología franquista en la capital del Estado, donde hasta 165 calles llevan nombres identificados con aquel régimen, fruto de una de las páginas más crueles de nuestra historia.
Que se llama héroe, hoy en día, a quien prendió la mecha de aquella barbarie y la culminó con su ejecutoria de fusilamientos y cárceles al paso alegre de la paz, solo puede causar una perpleja indignación, sobre todo si se tienen en cuenta las palabras del general Antonio Izquierdo, director del Museo del Ejército alojado en el Alcázar de Toledo e inaugurado en julio de 2010: Hemos pretendido cambiar su discurso para acercarlo a la sociedad, afirmó Izquierdo en el diario Público (Barniz democrático para el nuevo Museo del Ejército).