Moces y mozos revivieron en la noche del jueves el ancestral rito de la danza en torno al fuego, símbolo de vida, aunque tambièn de destrucción purificadora, para saludar el solsticio de verano y dar la bienvenida a un nuevo ciclo vital del que se desean frutos generosos que permitan mitigar los rigores del frío invernal que anida en el corazón de aquell@s a los que las cosas no han ido, o no van, bien.
Aunque uno, con más kilos de la cuenta --que sí, doctor, que estoy en ello-- y más años de los que quisiera, no se atreve ya a corricorrer la brasa ni saltar la llama, este que escribe sintió, en la noche 55 de su vida, el reflejo poderoso de las llamas en las retinas de sus ojos y olió , a la par que oía, el crepitar de la foguera.
Con un deseo. El de que el pesimismo que acampa en muchos corazones, bien es verdad que con sobrados motivos para ello en no pocos casos, se disipe, como el humo de la foguera al alba, y miremos al mango de los remos con el ansia de quien tiene ganas de vencer la corriente y alcanzar la deseada orilla.
Porque hay, todavía, recursos para ello. Porque hay, todavía, fuerzas para ello. Y porque hay, sobre todo, y sin ánimo de plagiar a Martín Vigil, una juventud que aguarda.
Escucho a los contertulios de una emisora abogar por una policía que disuelva las manifestaciones poco menos que a tiros --¿o qué significa por todos los medios-- y me viene a la mente cuál es el peor efecto del pesimismo social: liberar la bestia, desencadenar al leviatàn de la violencia de los poderosos contra los débiles. ¿Ya hemos olvidado que cuesta generaciones, muertos, asesinatos impunes, violaciones y muchos sufrimientos volver a encadenar a la bestia?
Mientras tanto, un joven empresario asturiano acaba de firmar el contrato para abrir una nueva empresa en un sector en la que ya tiene tres. Otro joven equipo de emprendedores acaba de cobrar un importantísimo proyecto arquitectónico que se pone en marcha en otra Comunidad española. Y otra pareja de asturianos disfruta de sus vacaciones en la patria azul mientras preparan la apertura de un nuevo Centro Asturiano en el lejano Oriente.
Esta noche, una simbólica foguera quemó los trastos del pasado. Ojalá haya quemado también la miopía política, el miserabilismo, la ruindad, la envidia ponzoñosa, la vileza moral.
¡Abramos la mente! ¡Liberemonos de complejos y miserias! ¡A trabajar! Entre todos podemos. Y cuando flojeen las fuerzas, un culín de sidra y una dosis de amistad.
Ellos, los que vienen detrás, se lo merecen
Y usted: ¿Ya toma optimistol?