Demasiados profetas

Siempre hay a lo largo de la historia algún profeta o iluminado intentando salvarnos de algo, hasta de nosotros mismos.

 

 Y la realidad es que hemos ido avanzando desde aquella primera  “sopa” de electrones, fotones o granos de luz - minutos después del Big Bang - hasta hoy de una forma esplendorosa. ¿Problemas? Todos y alguno más, pero eso no ha impedido que este pequeño punto azul en el espacio, y muy posiblemente único en el universo, esté a punto de conquistar las galaxias.

 

La raza humana no ha dejado de prosperar, y así será hasta la consumación de los siglos. Tengamos libertad plena y lo demás se dará sin recovecos.

 

La dificultad estriba en que cada cierto tiempo alguien intenta planificar nuestra sociedad, llevarnos a la fuerza hacia una presunta felicidad, deshacer entuertos y crear como modelo de vida una Constitución paradigma y modelo que terminará fracasando si no participa, en un dialogo  responsable,  la sociedad entera.

 

 De economía no  sabemos mucho, de la vida algo.  También poco de números, aunque esa abstracción del pensamiento sea uno de los más maravillosos inventos de la humanidad; a tal razón, entre el debe y haber, colocamos la ensoñación. Lo dice  el pensador/economista Edgar Morin: “La prosa es para sobrevivir, y la poesía para vivir”.

 

Las naciones necesitan un nuevo orden económico mundial pues estamos ante una crisis no solo política, sino moral. Los antiguos  sistemas se han venido abajo. El capitalismo  ha perdido su rostro humano, y en la actualidad estamos huérfanos de soportes humanísticos y financieros válidos.

 

Todo esto se centra en una realidad incuestionable: estamos inmersos en un mundo en expansión, y eso debe ser regulado, y aunque  la globalización sin reglas  comprensibles y limpias, es una nueva esclavitud. El problema estriba en la equidad y la justicia social.

 

 Al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y Gran Bretaña, queriendo evitar la repetición de las políticas proteccionistas que habían llevado a la Gran Depresión y conducido a un segundo conflicto internacional, decidieron por mutuo acuerdo eliminar barreras al comercio mundial en la búsqueda del pleno empleo  en sus políticas económicas sobre una Europa desgastada por el gran conflicto bélico.

 

 Ante esa situación, se decidió  la creación de dos instituciones multilaterales, el Fondo Monetario Internacional - encargado de garantizar el sistema de tipos de cambio y de asistir a los países con problemas en sus balanzas de pago- y el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo - involucrado en garantizar la recuperación económica de Europa y Japón -, que con los años se convertiría en el Banco Mundial. 

 

En las dificultades actuales hay diversas salidas, quizás la más sensata sea separar el trigo de la paja, es decir, menos salvadores políticos apoyados en economistas estrellas, que muchos hablan, y demasiadas veces se equivocan en sus previsiones. Deberíamos regresar al viejo diálogo    y hacer uso del sentido común.

Por muchos guarismos que se inventen, dos y dos serán siempre cuatro.



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