Ayer creí que eramos diferentes, que la razón y la inteligencia nos distanciaba del resto de los seres vivos. Ayer pensé en la absoluta libertad de pensamiento, que el respeto a las ideas de los demás era la base para reivindicar nuestro propio respeto. Ayer soñé con la justicia, que iguala, equipara y constituye el pilar fundamental de las sociedades.
Ayer recordé la esperanza de Martín Luther King, pero también la miseria imperialista de Barack Obama, un capataz negro persiguiendo a la verdad blanca por aeropuertos, maizales y algodonales.
Ayer vi un presidente de un país machacado y masacrado durante siglos, Bolivia, tratado con el más absoluto desprecio por la Europa ejemplar y subordinada.
Ayer volví a esa puerta del no retorno, África, la esclavitud, y vi una humanidad sumisa, cada vez más acorralada, cada vez más dirigida, cada vez más parecida a una colmena de abejas o a un gran hormiguero.
Ayer volví a despertar a la realidad y, en pleno verano, volví a sentir frío.