Las dudas y la incertidumbre gobernaban las mentes de los que amamos el fútbol, sobre lo que Brasil como selección podía ofrecer en esta Copa Confederaciones. Ni el más fanático de los hinchas de la ‘verdeamarella’ se imaginaba que este equipo iba a demostrar precisión, contundencia, concentración y un juego de verdadero equipo, entre otras cualidades futbolísticas tras consumar su título en este torneo internacional.
Sin competencia oficial, lo que se veía en el cuadro liderado por Thiago Silva, podíamos vislumbrar en los rostros de los jugadores una dosis elevada de inseguridad, desesperación y apatía que se reflejaba en los amistosos precedentes a este torneo. Ellos cambiaron el chip, se comprometieron con sacar adelante y aprovechar la convivencia de un mes juntos a su selección para acertar en sobremanera.
Se dieron cuenta que había calidad dentro de su plantel, el hambre de gloria no podía dejar de saborearse en un jugador que se enfunda esa camiseta, y que se miró en el espejo de sus antecesores que consiguieron grandes hazañas y proezas. Tuvieron las ganas de demostrarle al mundo de qué piel estaban hechos y no importó que la Italia de Pirlo, el Uruguay de Cavani o la España de Iniesta se pusieran al frente, ellos estaban dispuestos a vencer a cualquier obstáculo.
Algunas voces señalan que Brasil no es candidato para su Mundial dentro de un año. Nosotros nos preguntamos, ¿Cuándo dejó de ser el máximo referente para quedarse con la Copa del Mundo? Calificamos el momento de este equipo como la de un león dormido, de un grande que demoró en despertar pero de una fuerza e historia que no puede ser despreciada por un capricho que lo ubica en el puesto 22 del ranking FIFA en la actualidad.
No practican el ‘jogo bonito’ como nos gustaría ver pero Luiz Felipe Scolari con su sapiencia transmitió la tranquilidad, confianza y seguridad de llevar la responsabilidad de que para ganar no siempre se tiene que dar un tremendo espectáculo con el balón en los pies, sino fortalecer la idea de un verdadero equipo, que los millones en Europa o Sudamérica no los tiene que marear del máximo objetivo que pueda tener un jugador de fútbol que asiste a un Mundial, de que hay que meter y disputar cada pelota para ser un cuadro solidario, y a partir de ese espíritu conseguir lo que se quiere. Brasil anda en el camino correcto y solo el tiempo dirá si dieron en el clavo o no.
@eldeporterey