Nuestro ministro de Asuntos Exteriores ,José Manuel García-Margallo,en su reciente visita a Pekin para reforzar las excelentes relaciones bilaterales y preparar la visita de Mariano Rajoy, afirmó ante su par Wang Yi: “China es la mayor historia de éxito del sigloXXI”. Lo dicho tiene sentido.
La historia narra que cuando Marco Polo empezó a contar en Venecia las excelencias que había encontrado en Catay, China, acabó en la cárcel al ser tachado de fabulador. En el siglo XIV China estaba mucho más adelantada y con más riqueza que los países de Europa, que por aquellos años intentaban salir de la miseria y postración de la Edad Media.
Han transcurrido siete siglos y cabría pensar sí no se está repitiendo la historia, porque ya es un hecho que China supera en riqueza a muchos países de Europa, a toda ella, en muchos aspectos y no solamente con sus
1.350 millones de habitantes. Se ha convertido en la segunda economía más grande del mundo y sus avances tecnológicos le permiten ocupar un puesto destacado en las conquistas espaciales, preparándose para desembarcar en la luna.
Hay más, China se ha convertido no solamente en la gran fábrica del mundo, sino además en el banquero mundial, ante cuyas ventanillas hacen espera los mandamases de muchos estados, ricos y pobres, financieros y empresarios de todas las clases. Una turbulencia china puede revolucionar a todas las bolsas.
China compra grandes partidas de nuestra deuda exterior, lo cual es un balón de oxígeno en un momento en que la economía parece incapaz de despegar sin ayuda externa. Dada la situación merece la pena algunos recordatorios de las relaciones hispano-chinas.
Las relaciones políticas son excelentes, pero los intercambios comerciales tienen un balance muy desfavorable para nuestro país. Exportamos bienes por solamente 3.000 millones de euros y nos venden productos por más de 16.000 millones. España manda, moda, jamón, vino y algo de tecnología de Indra, Gamesa y trenes de CAF, como el metro de Hong Kong. , Según la Cámara de Comercio Española, en China operan alrededor de 500 empresas españolas, la mayor parte de carácter comercial, pero también ofrecen servicios y alianzas con socios locales. Destaca la empresa asturiana ALSA, que se implantó en 1984 y que da transporte, con 5000 autobuses a 200 millones de chinos. Son significativas las presencias del Banco de Santander, BBVA, Zara y Cola Cao, pero en conjunto debiera aumentar el número de empresas dispuestas a participar en la economía del
gigante asiático.
El gran negocio de China son sus manufacturas, el “made in China” se extiende a toda clase de productos, incluso los más sofisticados, tales como misiles antisatélites o cápsulas espaciales de última generación, no en vano salen cada año de sus universidades más de 400.000 ingenieros y científicos, el doble de los producidos por Europa y Estados Unidos juntos.
El progreso de China reside en una liberalización económica aunque mantenga un rígido autoritarismo político poco respetuoso con los derechos democráticos.
Las estadísticas hablan de 225.000 chinos en España, con una legalización entorno al 80% y cotizando a la Seguridad Social como autónomos. En menos de dos décadas los chinos residentes han dejado los restaurantes y el “todo a cien” para avanzar en toda clase de servicios, incluidas grandes superficies. La colectividad china invierte parte del capital en España y el resto va a China tal como les pide Pekin ,con una delegación del Bank of China en nuestro país. El año pasado tuvimos 300.000 turistas chinos pero se espera que en poco tiempo puedan llegar a un millón.
Según las autoridades chinas si a España no vienen grandes inversiones es por nuestras dificultades burocráticas ,incluidas las grandes demoras en extender visados. Parece que Díaz-Margallo ha tomado buena nota y que también el Ministerio de Economía y Competitividad va a remover trabas.
Siete siglos después de seguir el “camino de la seda” de Marco Polo, ahora la peregrinación es para pedir ayuda, al margen de ideologías, a la que pasado mañana será la primera potencia del mundo.
