A pocas horas de conocer el fallo del jurado del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación internacional, recupero un artículo que publiqué en 21/05/2008 y que creo no necesita añadidos ni actualización. Sirva también como recuerdo de mi querido amigo, ya fallecido, Macano., uno de los impulsores, entonces, de la idea.
Desde hace un par de meses, al menos, un grupo de entusiastas asturianos, ovetenses en su mayoría, entre ellos mi estimado José Cosmen Adelaida, está impulsando la candidatura de Kike Figaredo, jesuita, gijonés, universal, comprometido y obispo de Batanbang (Camboya), para uno de los premios Príncipe de Asturias que cada año conceden los respectivos jurados de la Fundación. Me consta que los apoyos han sido numerosos y ya se han plasmado en las correspondientes firmas para reforzar, por escrito, la pertinente solicitud.
Desde luego, se me ocurren muchos más candidatos, pero pocos tan merecedores como este chaval, porque se ve que en espíritu sigue siéndolo, a pesar de sus más de 20 años de servicio misionero en la tierra de los jémeres.
«Soy obispo para todos y Padre para todos Sirvo a todos». «Camboya fue bramanista una temporada, ahora es budista y, en un futuro, será lo que sea». «Lo importante es ser buenos». «Los diferentes rostros de Dios son necesarios». Seguramente estas frases de Kike Figaredo definen perfectamente al hombre que ha decidido dedicar su vida a los que más lo necesitan, con una especial preocupación por los niños, siempre víctimas de las víctimas, cuando perfectamente podría haber elegido otra trayectoria vital, placentera, hedonista, acomodada en definitiva, en su Gijón natal. No sé lo que decidirán los miembros del jurado, pero si hay justicia en este mundo, como dice el doctor Eduardo González, este año hay que enviar un Príncipe para Batanbang. ¿O no?