A la aplicación precariamente democrática del “rodillo” parlamentario basado en una mayoría absoluta reflejo de pretéritos resultados electorales, ahora el gobierno añade la más incomprensible y lesiva todavía estratagema en contra de las libertades públicas y de las garantías de un sistema basado, precisamente, en la independencia de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
En varias ocasiones he escrito sobre la necesidad de que la interpretación de la ley no esté vinculada a la ideología de los jueces, porque es un atentado muy grave a la misma línea de flotación de un régimen democrático.
Pues bien: ya tenemos a un gobierno que “blinda su política” -contraria, en muchos aspectos importantes, a la de su programa electoral- con una “mayoría fiel” en el Tribunal Constitucional (“El País”, 8/6/13) al tiempo que utiliza su “rodillo” incluso para la aplicación de leyes que, por su naturaleza, son supra-partido político, pilares esenciales de un sistema genuinamente democrático.
Es muy peligroso lo que están haciendo. No sólo porque provocarán la objeción de conciencia e incrementarán la desafección a los políticos y a las instituciones más relevantes del Estado sino porque –y ésto es tan crucial para el futuro que debemos destacarlo tenazmente en un auténtico clamor popular- están hurtando a la ciudadanía, sobre todo a los más jóvenes, mucho más que unas conquistas sociales y unos derechos que se creían consolidados: les están robando la esperanza.
Reflexionen. Rectifiquen con diligencia. La única solución es más democracia, mejor democracia. Es en ella donde radica el aliento para contribuir a un “nuevo comienzo”.
Ciudadanos desesperanzados, desalentados, desencantados… ¡Atención…! Rectifiquen.