Una ironía

Existen momentos en que es mejor escribir del pasado, no por ser tiempos mejores, sino intentando hallar indicios de nuestra forma actual de proceder.

 

 La levadura de la que estamos amasados es una especie  de tálamo donde celebramos las orgías de nuestras vivencias  no siempre amatorias.

 

 Cuenta la historia que durante una larga y oscura noche de invierno del año 373 a.C. el impacto de un terremoto seguido de una marejada destruyó la vieja ciudad griega de Helike, cerca del golfo de Corinto. La  urbe era centro de oración y ofrenda a Poseidón, dios de los terremotos y el mar. Podía ser una coincidencia, pero no dejaba de ser trágica, como cualquier puesta en escena mitológica.

 

 Poseidón era hijo de Cronos y de Rea. En el reparto de poderes entre los dioses, a éste le tocó el dominio de los mares. Como era algo casquivano, le gustaban en demasía las hembras humanas y con ellas tuvo diversos hijos. Toda su descendencia es un cuadro de horrores. Fue padre del cíclope Polifemo, del gigante Crisaor y de Pegaso. El tridente es el símbolo de su poder que rige los terremotos y maremotos, los peces y los monstruos marinos. Con todo, los marinos de océanos y mares le imploran su protección, pues sin ella es difícil hacer una buena navegación.

 

 Cuando Poseidón destruyó la ciudad de Helike, sus ruinas quedaron sumergidas en el mar y todos sus habitantes murieron. La Grecia antigua no había sufrido un desastre natural tan devastador en más de 1.000 años, cuando la explosión de un volcán destruyó buena parte de la isla de Thera, la Santorini moderna.

 

 La catástrofe, según especulan algunos estudiosos y cuenta John Noble Wilford en el The New York Times, habría servido de inspiración para la historia de Platón sobre la Atlántida, la tierra que supuestamente se hundió en las profundidades del mar.

 

No obstante, en excavaciones recientes, investigadores griegos y estadounidenses descubrieron lo que creen es la primera evidencia sobre la ubicación de Helike. Luego de  años de búsqueda en vano, comenzaron a excavar en una llanura costera cercana a la ciudad de Aigion, 72 kilómetros al noroeste de Corinto. Algunas de las primeras fosas permitieron sacar a la luz piedras de un camino pavimentado y muros de edificios, además de cerámicas clásicas y una moneda de bronce acuñada en el siglo V a.C.

 

“Es la primera evidencia fuerte sobre Helike que coincide con descripciones contenidas en antiguos relatos", indicó el doctor Steven Soter, del Museo Norteamericano de Historia Natural.

 

Al excavar en huertos y viñedos, los arqueólogos llegaron hasta capas de sedimento ubicadas a 3 metros de profundidad, donde había piezas de alfarería clásica, además de caracoles y otros restos marinos.

 

En el tiempo en que un terremoto y una marejada destruyeron Helike, en la zona de los Balcanes se vivían tiempos turbulentos. Los persas habían asumido el control de las ciudades griegas, que habían entrado en un período de graves luchas civiles, y con ello el desgaste de la guerra del Peloponeso  ante Esparta y Atenas.


 Al saber Humberto Eco  la realidad  ahora, dijo con profundo conocimiento: “La vida y la historia es una ironía”.



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