La crisis llega a la Moncloa

 

A diario dejamos ver a los demás parte de nuestra personalidad y costumbres a través de la pulcritud en nuestro arreglo personal y nuestra forma de vestir.

Orden, perseverancia, disciplina, esfuerzo, congruencia, son valores anexos al ejercicio de la pulcritud. A través de ellos dejamos de aparentar una personalidad ficticia y damos muestra de un modo de vida, de un modo de entender nuestra relación con los demás.

La persona que se esmera en su apariencia personal crea en su entorno un ambiente de armonía y provoca una respuesta positiva en quienes le rodean.

Cercana a la pulcritud se encuentra la elegancia, que evidencia un estilo, una minuciosidad, una forma de vida y, sobre todo, un gusto por la belleza, un esmero y un cuidado.

Ambos factores, pulcritud y elegancia, nada tienen que ver con opulencia. Se puede ser pulcro y elegante sin grandes dispendios. Hoy los productos de aseo personal, las imitaciones de la ropa de marca y los zapateros, están al alcance de cualquier bolsillo.

Se preguntará el lector por qué mezclamos a los zapateros con la pulcritud y la elegancia. La respuesta es sencilla.

Cualquiera que se haya asomado a las páginas de La Razón del jueves, 30 de mayo de 2013, habrá podido comprobar que en la foto que ilustra el reportaje titulado “Frente común con Rubalcaba”, aparece la foto del señor Rajoy en actitud caminante presentando la suela del zapato derecho dos presuntos agujeros del tamaño de una moneda de 5 céntimos, cada uno de ellos.

Hasta ahora veníamos criticando duramente al Gobierno porque hacía recaer las medidas anticrisis exclusivamente sobre los ciudadanos.

Parecía que la clase política era inmune a los recortes y seguía instalada en la opulencia, vegetando sobre el presupuesto público y, por tanto, a resguardo de la precariedad.

Es difícil encontrar una explicación razonable a esta situación de cuasi indigencia que ofrecen la suela de los zapatos (al menos del derecho) del Presidente del Gobierno.

¿Es la crisis de tal magnitud y alcance que el inquilino de La Moncloa ni siquiera dispone de efectivo para poner medias suelas a sus zapatos?

¿Es quizá una muestra de solidaridad con la legión de indigentes que la política económica del partido gobernante deja a su paso?

¿Responde quizá a una cierta laxitud de nuestro Presidente en el vestir y calzar?

¿Quizá pretende inspirar lástima a quienes mueven los hilos –Berlín- de la marioneta –Bruselas-?

¿Son quizá sus zapatos favoritos y no quiere desprenderse de ellos ni siquiera un solo día?

Debe saber el señor Rajoy que en tanto sea Presidente del Gobierno pasea la imagen de España y de los españoles allá donde vaya y por ello debe esmerarse en ofrecer una impresión digna y pulcra de nuestro pueblo.

Debe saber también que la elegancia y la pulcritud son las formas supremas del coraje o, dicho de otra manera, el coraje es la forma suprema de la elegancia y la pulcritud.

Debe recordar, por último, nuestro Presidente, que se puede vivir de muchas maneras, pero no de cualquier manera.

 

 



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