Bajo la cuesta que viene de la autovía y por primera vez este año me doy cuenta de que la primavera ha hecho su labor, están los árboles y los arbustos vestidos de toda su hojarasca. Me encuentro a la puerta de casa un perro pequeño, amarronado, dentón de orejas tiesas y mirar excitado, que me ronda la perrilla en celo desde hace unos días. Me mira, me rodea, me gruñe y con la manguera de regar las plantas le atizo un chorro de agua que le enfría los briosos ánimos. Se va muy digno, calle abajo, volviéndoseme a veces como diciendo que bueno, que por esta vez se va, pero que ya nos veremos un día que yo no tenga armas.
¡Pobre perrín! Primavera, celo de perra en flor, de año y medio escaso, y un humano déspota, cruel y caprichoso, no le permite cumplir con la obligación y la devoción que tan apasionadamente estaba dispuesto a obedecer. Me cuenta mi mujer que andaba suelto por la calle y cuando ella salió a pasear con nuestra pequeña golfilla las vino persiguiendo y la infrascrita no le oponía mala disposición. Al parecer las salvó un viandante que pasaba con su mujer y su hijo y echó una mano a las dos damas, una bajo tentación casi irresistible y la otra en apuros.
Lo de menos, dice muy filosófica mi mujer, sería dejarla cumplir con su destino, pero luego ¡quién le quita los cachorros!, y, si no se los quitamos, ¿quién carga con la camada?
Vengo cansado de hablar y hablar, esta semana de tanto explicarme ante quienes me ponen un distintivo de haber superado las bodas de oro de trabajo profesional, al día siguiente de una tertulia donde se habló de lo divino y lo humano, me horrorizo ante la imagen, a Dios gracias nada más que virtual, de media docena de cachorros y Laila orgullosa, enseñándomelos y tratando de mover su inexistente rabo.
Hoy, en el periódico, la curiosa noticia de una redada policial en los prostíbulos de Madrid, con más de un centenar de detenidos en que el juez no encuentra delito que imputarles y las laboriosas hetairas pidiendo que les dejen reintegrarse a su curro; más adelante, otro bárbaro, acuchilla a una chica y los indignados, también me parece peculiar, que ellos, que en gran cantidad están en paro, al parecer soliciten que se haga una huelga general.
Y para que no falte nadie a la cita del valle de la locura, están las páginas donde se narra la vida y milagros de algunos que allí se llaman famosos y para mi capote yo traduzco por impresentables.
Bueno, la vida es también esto y aquello. Leo que el martes, sobre el mediodía, creo, hace su entrada el verano. Primera tanda de vacaciones. Coches a las carreteras. Estadísticas de millones de enfermos, millones de hambrientos. Miedo al terremoto económico y sus resonancias, cuyo peligro no parece fácil de evitar, y una incertidumbre agobiante respecto del dinero de que se nos habla, que ya no sabemos si es de verdad o del virtual que manejaban los artistas de la orfebrería económica. Esos modernos alquimistas que al no encontrar la piedra filosofal, con un movimiento de sus varitas, nos hacían ver monedas contantes y sonantes, que por desgracia, cuando las íbamos a coger, algunas eran de verdad, pero otras sólo humo.