Desde ayer el resultado de un control de alcoholemia ya no se mide por los gramos de alcohol en la sangre, sino por el número de coches rozados por el vehículo del supuesto infractor y el importe de los destrozos causados.
Miguel Ángel Rodriguez, portavoz del Gobierno de José María Aznar y hoy asesor de imagen de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y que en los ratos libres se dedica a tertuliano en diversos canales de televisión -en los cuales viene dando clases magistrales de ética, moralidad, buenas conductas, buenas costumbres y de ciudadano ejemplar- ayer tenía una cita a puerta cerrada con el juez para responder de un casual accidente que tuvo en la noche de Madrid cuando al volante de su "Mercedes", según la policía local, dio una tasa de alcoholemia de 1,02, con la que cuadriplicaba la tasa permitida.
El extraordinario ciudadano, Miguel Ángel Rodriguez, que en su momento, a cuerpo presente, confesó a la policía que había bebido todo lo bebible, ayer -dicen- negó ante el juez su borrachera. Y cuando salió del juzgado explicó a los periodistas que las pequeñas rozaduras a los cuatro coches aparcados solo suponían 1.750 euros en daños.
El extraordinario ciudadano Rodriguez -que aboga en las tertulias de televisión por el cierre de los espectáculos a las 12 de la noche y que se cabrea porque los jóvenes, aunque no hayan bebido, estén a las 5 de la madrugada fuera de casa-, cuando tiene que enfrentarse a su particular y personal realidad trata de eludir sus responsabilidades penales: "Sr. Juez, yo no pude ser, porque soy perfecto".
Hay muchas cosas que no soporto, una de ellas tiene que ver con esas personas, charlatanes hipócritas, que presumen de trayectorias intachables y de vidas perfectas. Tan perfectas como Dios manda.