Soy lego en enfermedades.

Sobre la biología hemos aprendido algo: En la actualidad  ya se curan  los tumores malignos, en alto porcentaje, por procesos de cirugía, de radioterapia y, en menor escala, haciendo uso de la quimioterapia. En este campo algunos países utilizan tanto métodos convencionales como otros experimentales, por lo que muchos pacientes venezolanos, si disponen de medios económicos, prefieren ir al norte para ser tratados. Y es natural: en ese sector aquellos especialistas suelen disponer de mejores elementos clínicos, pero no por ello conspicuos galenos. La medicina es una vocación, no se aprende en  las aulas, al  nacer de   un valor  espiritual  de servicio altruista hacia los demás.

 

     El cáncer, causante de tanta  zozobra, no es sólo una enfermedad, sino que engloba un centenar de cuadros clínicos distintos compartiendo las mismas características.

 

Toda dolencia cancerosa se produce a cuenta de unas células atípicas que comienzan a crecer y se multiplican de forma rápida y desorganizada, por eso, en algunas ocasiones, la muerte llega rápida, apenas en semanas. No hay duda, es un manotazo cruel.

 

Tan largo introito  para poner al lector al tanto sobre un  hecho pueril, como  mi viaje a la tierra de mis mayores después de los días de la pasada semana en la clínica Cedral: Con todo, no escribir, punzaría más  nuestro espíritu  que el propio mal en sí, por eso hemos cumplido con la tarea de estas crónicas diarias que, sin ser importantes – pues no lo son – crean una especie de puente entre uno y el lector. No toda la literatura puede ser excelsa, dejemos sobre ella un espacio para la esperanza y los vasos comunicantes con el lector.

 

 Recuerdaba, adormilado sobre el camastro blanco de la sala hospitalaria, dependiendo como mascarón de proa, de  una bolsa de  suero para nivelar el ritmo de la deshidratación, como en la lejanía, entre los pastizales, alguien cantaba con voz ronca: “Camino de mi pueblo ya no va nadie, sino polvo y arena llevado por  el aire”.

 

Y entre brumas, como algo que no es de este mundo, se hallaban  las palomas blancas, las dulces aves cuidadas por la abuela Segunda  con cariño, y que aún cuando ella ya partió hacia los senderos del viento sin retorno, continúan sobre los aleros esperando   ver abrirse las ventanas.

 

Eso no sucederá: ya no regresarán los  días con olor a campo, risas de niños y tintineo de campanas conventuales.


 Un día escribí: el pino hecho madera se hace cabellera rubia y fragante antes de convertirse en puertas que cierran, en ventanas que se abren cada mañana al sol nuevo de la vida, en mesa para el pan y para el vino, en cama de descanso y amor, en suelto júbilo.



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