Alfredo Sáenz, una de las personas más trabajadoras de España, sino la que más, cobró del Banco de Santander en el año 2012, y según información publicada en "El País" en el mes de marzo, un sueldo de mil trescientos sesenta y nueve millones de pesetas (8,23 millones de euros). El, junto a otros nueve trabajadores más, pertenecientes a diversos ámbitos empresariales, forman parte del selecto grupo de españoles cuya media de ingresos por minuto y día (24 horas sin descanso) les sale a dos millones de pesetas (12.000 euros x 60 minutos x 24 horas x 365 días). Y así año tras año de sus penosas e injustas vidas laborales.
Alfredo Sáenz, obligado por las circunstancias de su excelente buen hacer, ahora dimite de su puesto en el Banco Santander y, para que su retiro no le suponga una pérdida en su poder adquisitivo habitual, cobrará la pensión máxima mensual del estado español y además cerca de quince mil millones de pesetas (88,1 millones de euros) correspondientes a su plan de pensiones, acaparados en solo 19 años dedicados a la entidad que preside Emilio Botín.
Después de meses esquivando la verdad, altos cargos del Partido Popular por fin ya admiten que, durante años, cobraban -sino sobresueldos- uno, dos o tres salarios además de los de sus cargos como diputados, senadores o presidentes de comunidades. Las cuotas de los afiliados al PP, bien gestionados, han dado para mucho, al menos mucho para unos cuantos elegidos: José María Aznar, Francisco Alvarez Cascos, Ana Mato, Javier Arenas, Mariano Rajoy y una larga lista más. Gastos de representación y dietas, por importes exactos, ayudaron durante años a sobrevivir a una casta de políticos con una dedicación desinteresada y sin otro ánimo que el de salvar España.
Ayer, primero de mayo, cuando escribía este folio pensaba en los trabajadores y en los clientes del Banco Santander: ¿cuántas horas extraordinarias trabajando gratis?, ¿cuántos productos peligrosos colocados a "calzador" y cuántos créditos con comisiones y clausulas abusivas?, ¿cuánto de todo por soportar esos sueldos y esos planes de pensiones que solucionan la vida a cien generaciones de los sucesores de la cúpula dirigente de la entidad bancaria?.
Y también recordaba a esos cientos y miles de militantes de base del Partido Popular, a esos concejales de pequeños ayuntamientos realizando su labor a veces mal entendida, y a tantos concejales y militantes del País Vasco que se jugaron la vida -y algunos la perdieron- en circunstancias penosas mientras que en Madrid los dirigentes de su formación se repartían diezmos, dietas y sobres.