Por fin, desde hace 3 lustros, la voz del pueblo pudo despegar su vuelo, progresivamente alto, hasta alcanzar a ser escuchada, o al menos oída, por las instancias más elevadas y distantes del poder.
Por fin, el secular silencio concluido.
Por fin, de espectadores impasibles a actores de su destino.
Por fin, de democracias altivas y formales, alejadas de los ciudadanos a los que representan, a recibir, cada día con mayor empuje, la libre expresión de sus opiniones.
Por fin, aún reticentes, aceptando los puntos de vista de los ayer súbditos, obedientes, callados.
Por fin, ya no sólo contados en los comicios electorales sino tenidos en cuenta después.
Por fin, clamor popular a raudales, que no puede soslayarse.
Por fin, personas educadas, “libres y responsables”, que no aceptan permanecer distraídas, testigos absortos de incesantes acontecimientos deportivos y de otra naturaleza, de gran atracción mediática.
Por fin, participación activa para una democracia genuina, sin imposiciones de mayorías absolutas, especialmente en temas que están por encima de cualquier geometría política.
Todos debemos aplaudir y procurar esta irrupción presencial o virtual de “los pueblos” en los escenarios del poder. Incluidos, desde luego, los gobernantes inteligentes, que deben saber, deberían saber, que lo único que no es susceptible de “recortes” es la esperanza ciudadana, el “vale la pena, a pesar de los pesares” que muchos se repiten todavía en tantos amaneceres sombríos.
Por ello hay que expresar gran satisfacción y premiar a quienes se han distinguido en la movilización pacífica y han conseguido pasos importantes… hasta la aprobación de una Iniciativa Legislativa Popular, que ahora no puede marginarse aplicando mayorías absolutas, sobre todo cuando son ya pretéritas.
Escuchen al pueblo. El que avisa no es traidor…