El Consejo Asesor de Asuntos Económicos de la Presidencia del Principado —formado inicialmente, como los lectores saben, por doce profesionales de la economía y la empresa, de entre los cuales acaba de causar baja, por desgracia, don Luis Martínez Noval— acaba de hacer público un documento sobre la política económica en Asturies. El texto constituye una enmienda a la totalidad con respecto a la orientación económica — es decir, «a la política»— seguida por el PSOE y sus satélites sindicales y políticos desde que gobierna en Asturies. Y eso que entre los miembros que conforman el apostolado de asesores hay muchos próximos a la visión socialista del mundo.
Las ideas fundamentales del documento indican implícitamente, como ustedes verán de forma indubitable, que, hasta ahora, se ha venido caminando en dirección equivocada. «Asturias tiene una necesidad urgente de reorientar sus políticas hacia el dinamismo económico», se afirma; las últimas décadas han alumbrado un «patrón de crecimiento frágil y poco dinámico» que es inaplazable corregir para recuperar la actividad y el empleo y hacer sostenible «un modelo social equitativo, cohesivo y no excluyente», se asevera; debe conformarse, se sostiene, un sector público «más favorable a las empresas y al desarrollo de la actividad económica y productiva».
Y, como consecuencia, se realizan una serie de propuestas que vendrían a contravenir, asimismo, lo que hasta ahora se ha venido realizando o a poner de relieve lo que se ha dejado de hacer: cambiar la política de subvenciones, eliminar los incentivos directos a la contratación de trabajadores (por inútiles y contraproducentes), modificar la legislación para favorecer la competitividad, apostar por las pequeñas y medianas empresas y por el capital endógeno, favorecer la exportación y la capitalización de las pimes, estimular la mejor gestión del sector primario y especialmente de ese bien muerto que son nuestros montes. Y, en otros ámbitos, modernizar la administración y hacerla más eficaz; propiciar la formación profesional dual, ligándola al empleo.
No es una cuestión menor la crítica radical que de ese entremés costumbrista llamado «Concertación social», de que tanto se jactan nuestra fuerzas vivas (dicho sea el sintagma sin malicia alguna), hace el Consejo Asesor. Así, afirma que hay que «reorientar la concertación social regional» de forma que, en vez de dirigirse —como hasta ahora— a políticas fundamentalmente de gasto e inversión públicos, tienda a promover medidas que permitan al tejido económico asturiano avanzar en la dinamización, la flexibilidad y la competitividad. Y, de la misma manera, afirma que la concertación «compromete en exceso el margen presupuestario».
Señalemos, en primer lugar, que el análisis y las soluciones propuestas no constituyen ninguna novedad, ni siquiera una adaptación a los tiempos actuales de recetas del pasado. Algunos llevamos viendo las cosas de esa forma desde, al menos, tres décadas. Con respecto a la concertación social, hemos dicho desde siempre que es un acto democráticamente anómalo, tanto por su propia dinámica —que no dudamos en calificar de «primorriverismo»— como por su orientación y contenidos e inutilidad. Sobre algunos aspectos se ha pronunciado, piadosamente, el comité de sabios citado. Permítanme ahora invitar a una reflexión sobre sus efectos: si Asturies ha sido, de nuevo, la comunidad que más medallas ha ganado en horas de trabajo perdidas, en huelgas y manifestaciones, ¿cuál es exactamente la contraprestación sindical a cambio del dinero presupuestario sobre el que deciden y en el que participan año tras año?
Podemos ahora hacernos una pregunta sobre el futuro. ¿Tendrán las recomendaciones del Consejo alguna influencia advertible sobre la política económica en el futuro? Tengo grandes dudas. Les explico por qué.
La situación de nuestra economía, el progresivo deterioro de nuestra posición con respecto a otras regiones, nuestra escasa tasa de actividad, nuestro alto paro, la emigración juvenil, la exigua incorporación de la mujer al trabajo, nuestra enteca capacidad de innovación y exportación no son ni cuestiones de coyuntura ni fruto exclusivo de nuestra estructura productiva originaria: tienen una importante componente debida a las políticas retardatarias y a contracorriente de la realidad y del mundo que el cometa formado por el núcleo PSOE y la cola que sigue su rastro han venido practicando y predicando a lo largo de tres décadas largas.
Esa práctica y esa prédica, de un lado, han conseguido el que se haya instalado en una parte importante de nuestra sociedad una conciencia alucinatoria, que entiende que no son esas políticas contracorriente las culpables de la variable asturiana de las causas del desastre, sino, precisamente, la minoración de las mismas, la necesidad de intensificarlas e incrementarlas lo que impide que nuestra economía mejore, se modernice y cree empleo y riqueza. De otro, han conseguido un entramado de intereses institucionales y económicos, una numerosísima red clientelar y de empleo, cuyo objetivo es obviamente su supervivencia como superestructura, pero cuya pervivencia solo está garantizada si la mayoría de la sociedad —beneficiarios y víctimas— sigue creyendo que las únicas soluciones posibles son las que ellos predican (esto es, aquellas que precisamente han causado una parte importante del daño) y que, por tanto, solo ellos, los beneficiarios de la superestructura de poder, de intereses y clientelismo, pueden garantizar que, al menos, las cosas no vayan aún a peor.
Al retirarse, don Ángel Villa —con el que mantengo un cierto afecto de quinta, pese a radicales discrepancias con respecto a su política—, ha dejado el encargo: «Asturias necesita una huelga general». ¿Contra los suyos, que gobiernan? ¿Contra Ángela Merkel, que qué diablos le importa? Para mantener encendida la alucinatoria fe de los suyos. Tan sencillo, tan tradicional, tan exitoso.