Las poblaciones que habitan las tierras áridas, que ocupan más del 40% de la superficie terrestre del planeta, se cuentan entre las más pobres del mundo y las más vulnerables frente al hambre, pues a menudo dependen de tierras degradadas en las que la productividad ha caído por debajo de los niveles de subsistencia. En los esfuerzos mundiales para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio, debemos prestar una especial atención a los desafíos que afrontan estos mil millones de hombres, mujeres y niños olvidados.
Este año, la celebración del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación coincide con el Año Internacional de los Bosques (2011) declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas para concienciar a la comunidad global acerca del valor de los bosques y del acusado costo social, económico y ambiental que supone su pérdida. Este esfuerzo es especialmente pertinente en lo que se refiere a las zonas áridas, donde los bosques secos y las áreas de arbustos son la base de este tipo de ecosistemas.
El 42% de los bosques tropicales y subtropicales son bosques secos. Las prácticas insostenibles de ordenación de la tierra y agrícolas son dos de las principales causas de su agotamiento, así como de la inevitable degradación y desertificación subsiguiente. Por desgracia, muchas comunidades o autoridades solo son plenamente conscientes de la importancia de los bosques secos para el bienestar y prosperidad de la sociedad cuando estos ecosistemas ya se encuentran amenazados.
La gestión, la conservación y el desarrollo sostenible de los bosques secos son esenciales en la lucha contra la desertificación. El reverdecimiento en curso del Sahel y otros ejemplos exitosos en todo el mundo demuestran que las tierras degradadas pueden recuperarse para la agrosilvicultura y otras prácticas sostenibles. Es preciso que aumentemos la envergadura de estas intervenciones y demos amplia difusión a sus resultados.
Debemos igualmente recompensar a aquellos que han transformado las zonas áridas en tierras productivas, de modo que prosperen y otros deseen seguir su ejemplo. Los recursos ya acordados en el contexto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, como REDD-plus y el Fondo Verde para el Clima, pueden contribuir en gran medida a mejorar la capacidad de recuperación de las poblaciones de las zonas áridas, quienes están llamadas a ser las peor y más tempranamente afectadas por el cambio climático. Con demasiada frecuencia, invertir en las zonas áridas se ha considerado infructuoso o arriesgado, y no como un resorte necesario para mejorar el bienestar de las comunidades locales y las economías nacionales. Nuestro reto consiste en cambiar estas percepciones para que las zonas áridas dejen de ser desiertos de inversión.
El próximo mes de septiembre, la Asamblea General convocará una reunión de alto nivel sobre desertificación, degradación de las tierras y sequía en vísperas del sexagésimo sexto período de sesiones de la Asamblea General. El próximo año, los líderes mundiales asistirán a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20). Insto a los gobiernos y a sus socios a que aprovechen estas ocasiones para prestar una mayor atención a la búsqueda de soluciones para el imperioso desafío del desarrollo sostenible.