Buena parte de lo que está sucediendo, sobre todo en Occidente, se debe a la insolidaria ocultación de inmensos caudales en paraísos fiscales.
Cuando el famoso “rescate” de las instituciones bancarias norteamericanas en noviembre de 2008, los “mandatarios” de la plutocracia mundial representada por el G-20, capitaneados por los Presidentes Bush y Sarkozy y la Canciller señora Merkel, prometieron la regularización inmediata de los flujos financieros y la erradicación de los paraísos fiscales.
Y, sin embargo, los “mercados” están absorbiendo, como potentísimo “agujero negro”, a la política y la democracia, mientras que los paraísos fiscales se hallan más colmados que nunca.
Es urgente la reacción ciudadana. Es apremiante terminar con esta evasión de capitales y responsabilidades.
Para iniciar el proceso de recuperación de la actual crisis sistémica (ética, social, política, económica, medioambiental, alimentaria…) que padecemos, el poder ciudadano debe expresarse sin dilación, tanto de forma presencial como a través del ciberespacio.
Debería proponerse la retirada de las nóminas de aquellas instituciones bancarias que, en el plazo de tres meses, no demostraran que ya se hallaban completamente desvinculadas de los paraísos fiscales.
Y que dejarían de consumirse los productos de aquellas empresas que directamente o a través de sus directivos mantuvieran fondos en cuentas que esquivan sus deberes fiscales.
Una gran reacción popular para terminar con indebidos recortes en educación, salud, ciencia y justicia, cuando los recursos acumulados en los “paraísos” representan un auténtico infierno para tantos y tantos seres humanos, situados al borde del colapso.
Clamor popular, con medidas concretas.