La ideología y la imparcialidad de los jueces

Los jueces, como el resto de los seres humanos, son de naturaleza compleja y albergan sentimientos de temor, desprecio, repugnancia y odio.

Calamandrei, insigne procesalista, hacía la recomendación de que los juicios se celebraran en ayunas para garantizar la imparcialidad del juez, consciente de que los humores provocados por la digestión podrían predisponer a un juicio complaciente, por más relajado y, por ello, menos riguroso.

Pero la pregunta es: ¿tienen ideología los jueces? Dicho de otra manera: ¿pueden los jueces dictar sentencias justas dejando a un lado su ideología?

Es indudable que en la opinión ciudadana está instalada la creencia de que la resolución de un pleito, sobre todo si es de resonancia pública y mediática, puede depender del juez que toque en suerte.

Ciertamente la ley es interpretable, pero sólo desde el punto de vista jurídico, no ideológico.

No es posible desconocer, no obstante, que el perfil mayoritario del juez español es conservador. Y ello es debido a que el actual sistema de oposición facilita esa tendencia. Según estudios recientes, tras los años de carrera universitaria se tarda una media de cinco años y tres meses en sacar la oposición y no todas las familias pueden afrontar los gastos que ello conlleva.

Hay estudios que se han ocupado de analizar los juicios de valor que contienen las sentencias y en función de los términos utilizados trazan el sesgo ideológico del juez. Así, los vocablos “libertad”, “igualdad”, “derechos”, “solidaridad”, “placer”, “creatividad”, “madurez”, son imputables a jueces progresistas, mientras que los términos “autoridad”, “orden”, “obligaciones”, “respeto por la tradición”, “moralidad”, “seguridad familiar” o “razón” se predican de jueces conservadores.

Hay también datos irrefutables que traen causa en las asociaciones de jueces existentes con sesgos políticos innegables que derivan, en ocasiones, hasta de su propia denominación.

Si la ideología de los jueces es inquietante per se, lo es aún más en el ámbito de la justicia penal, en la que el juez actúa como un instrumento de control social, como una prolongación del poder ejecutivo.

Frente a la ideología o, mejor, para contrarrestarla, independencia y, sobre todo, imparcialidad.

Como afirma Muratori “El juez cuando se le presenta alguna causa, debe desnudarse enteramente de todo deseo, amor y odio, temor o esperanza. Antes de examinar las razones, se ha de sondear el corazón para ver si se oculta en él algún impulso secreto de desear y de hallar mejores y más fuertes las razones de una parte que de la otra”.

Calamandrei creía en un juez “sereno e imparcial como el científico en su gabinete de trabajo”.

Bobbio equiparaba la imparcialidad del juez a la neutralidad del científico.

La imparcialidad (Andrés Ibáñez) veda al juez penal toda posibilidad de subrogarse en el cometido de la acusación. Primero, porque la acusación corresponde formal y exclusivamente a quien la tiene atribuida; segundo, porque la presunción de inocencia impone al juez una posición de neutralidad y de ausencia de pre-juicios.

Siendo el juez la boca que pronuncia la ley en condiciones sociales e ideológicas neutras, debe preservar su imparcialidad absteniéndose de toda explotación personal de sus eventuales relaciones con los periodistas.

Siendo éstos los parámetros que salvaguardan la imparcialidad del juez, ¿son predicables de la actuación del juez Bermúdez en su pugna con el juez Ruz por hacerse con los papeles de Bárcenas?

Sinceramente, no lo parece. El juez Bermúdez tiene una cuenta pendiente con el PP con ocasión de haber optado a la presidencia de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y no obtenerla por falta de apoyo del propio PP.

Estos antecedentes hubieran determinado en el ámbito de la Administración Pública una abstención obligada. Sin embargo, en el marco del poder judicial una mal entendida independencia produce consecuencias extravagantes.

Con la cantidad de casos pendientes de resolver en la Audiencia Nacional ¿tiene sentido esta lucha?. A buen seguro que si se tratara de un asunto sin proyección mediática los esfuerzos serían para evitar hacerse cargo.

Como decía Gandhi “si utilizáramos todos el ojo por ojo, nos quedaríamos ciegos”.

 



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