"La política está hecha por personas que desconocen lo que es la vida real de la gente". "La política está diseñada por gente acomodada que no sabe lo que es el fin del mes" "La política no responde a las preguntas que se formula la sociedad o, cuando lo hace, lo expresa en unos términos que la gente no comprende". "La política actual se repite mucho y se repiensa muy poco".
Frases como estas se leen con relativa frecuencia. Aunque sabemos que son expresiones parciales y muchas veces injustas, no es menos cierto que tienen que ver con la imagen que de la política tienen muchas personas. Determinadas formas de hacer política tienen un marcado cariz paternalista y adolecen de falta de diálogo. Existen ámbitos donde discrepar no es aceptado fácilmente y no faltan políticos que manifiestan demasiada prevención y una total falta de comprensión hacia aquellos que piensan de manera distinta.
Frente a esta realidad, fijo como punto de partida las dos características diferenciales de la política. De un lado, la necesidad de ser una herramienta práctica, una política sólo puede ser para los ciudadanos y no para los políticos. De otro lado, la Política como instrumento de conversación constante con otros seres humanos, con distintas cosmovisiones y con diferentes ideologías. La política necesita ser entendida como un saber práctico y una tarea de diálogos. Su fin radica en hallar lo mejor para la sociedad en conversación con los demás.
Esta reflexión parte de un doble "prejuicio". El primero, la creencia de que es posible el diálogo (no digo que sea sencillo; sólo que es posible y necesario). El segundo, que la política necesita salir de sí misma y, sin renunciar a lo que la define, entablar un diálogo con las inquietudes y a las necesidades de la gente normal, mirando de frente a nuestra sociedad y a nuestra historia. Estos "prejuicios" responden a una filosofía que busca siempre la síntesis entre pensar y hacer, entre conocer y experimentar, entre aprender y practicar, entre la teoría y su práctica.
Como postulado inicial, al hacer política tenemos que huir de tres riesgos reales y presentes en nuestra sociedad actual. Primero, evitar la ceguera del apocalíptico que no ve sino desgracias y vilezas, del que siempre repite que cualquier tiempo pasado fue mejor. Segundo, evitar la miopía de los que creen que todo está bien, que toda opinión es respetable, que lo importante es ser moderno y que toda innovación es buena. Tercero, evitar el "desánimo existencial", la falta de esperanza, la indignación paralizante de los que piensan que esto no hay quien lo cambie y que no tiene arreglo.
Frente a ellos, la Política está llamada a recibir el pasado, celebrar el presente y soñar el futuro. Huyendo de sólo repetir, evitando el sólo innovar y zafarse del sólo sobrevivir. No podemos caer ni en la cansina repetición de fórmulas pasadas, ni en la renovación superficial de las mismas, ni en la invención extravagante de novedades.
La política es el esfuerzo reflexivo que hace la sociedad a través de sus agentes, con el empuje protagonista de los políticos, para entender y promover la participación ciudadana en un mundo más justo y solidario. La política es ante todo una reflexión sobre la sociedad con la pretensión de mirarla, juzgarla y actuar para mejorarla.
La política debe ocuparse, en una primera etapa, de estudiar los principios de nuestra sociedad, de saber qué quieren los ciudadanos, hacia dónde se encaminan. En segundo lugar debe observar críticamente lo que se hace y lo que se ha venido haciendo, llevando a cabo una valoración y una evaluación crítica. En tercer, y último lugar, estudiados los principios y valoradas las acciones, tiene que señalar los principios de la acción, discernir horizontes y soñar futuros.
La política tiene importantes retos a los que debe dar respuesta. Tiene que definir qué ver, qué juzgar y cómo actuar. El político actual tiene que ser un "místico", es decir, una persona que ha experimentado algo. No se puede ser político sin haberse integrado previamente en la sociedad. Es más, tiene que ser un "místico inteligente", capaz de insertarse en la historia y comprometerse con el futuro.
Los ciudadanos actuales no parecen felices ni esperanzados cara al futuro. El político tiene que ofrecerles aliento, ánimo, consuelo, motivaciones que le ayuden a esperar y a vivir. Aquello que les ayude a progresar en la búsqueda de esa sociedad mejor.
Además, los ciudadanos actuales quieren tener la palabra, puesto que sienten que se les han quitado su capacidad de decisión. Por ello, el político debe vivir entre ellos, conocerlos, escucharles y aceptar sus propuestas. Tiene la obligación de impulsar las acciones que surgen en el seno de la sociedad y convertirse en agente significativo que las lleve a cabo cumpliendo las expectativas generadas. Tiene que ser consciente de la diversidad social, de que hay diferentes búsquedas y situaciones muy dispares y que no todas requieren la misma respuesta. Debe acomodar sus acciones a las situaciones concretas con las que se encuentran hoy los ciudadanos. Su obligación es escuchar las necesidades, especialmente de los que se han ido alejando de la política y que no es encuentran satisfechos con ella. En resumen, tenemos que hacer una política donde el fondo y el estilo se fundamenten en la oferta de diálogo y en la búsqueda de nuevos horizontes.
Termino con las tres cualidades que debe poseer todas las ejecuciones políticas. Trabajo en equipo (como dice un proverbio tuareg "sólo un necio cruza el desierto a solas si lo puede hacer en una caravana"). Trabajo paciente y constante (como dice un proverbio polaco "quien toma un atajo probablemente no dormirá en su cama esta noche"). Trabajo honrado y bueno (como dice un proverbio rumano "tira bondad a izquierda y derecha, y la encontrarás cuando la necesitas").
*Responsable de Estudios y Programa de UPyD-Asturias,