La importante y sorprendente decisión de S.S. Benedicto XVI, de renunciar a su Ministerio como Sucesor de Pedro, y por tanto, como Cabeza visible de la Iglesia Católica, refleja la personalidad el Papa Benedicto XVI como un hombre de fe, que tiene una gran confianza en la presencia del Espíritu Santo que conduce la Iglesia, conforme la promesa de Jesucristo a sus Apóstoles, y permite también que descubramos su profundo amor a la Iglesia.
El Papa ha explicado claramente que su decisión la ha discernido en oración y teniendo en cuenta las exigencias del Ministerio Petrino, y al mismo tiempo con gran realismo, consciente de la constante disminución de sus fuerzas físicas debida a su avanzada edad, y al natural y comprensible desgaste que implica su cotidiana tarea como Papa.
Veo al Papa Benedicto XVI en esta decisión: a un hombre de fe, de amor a la Iglesia, valiente, firme, decidido, que corre los riesgos de interpretaciones erróneas y quizá incomprendidas, incluso por los mismos fieles. Sin embargo hacer uso de un derecho que ningún Papa en casi seis siglos había ejercitado es una gran lección espiritual y eclesial para todos los creyentes y especialmente para tantos que nos sentimos indispensables en las funciones y tareas que recibimos en el nombre de Dios, Nuestro Padre.
Es muy loable reconocer y agradecer que a lo largo de su fructífero Pontificado, el Papa mostró: cómo se deben afrontar los problemas de la Iglesia a través del diálogo constructivo y permanente con todas las corrientes del pensamiento, con todas las naciones, con todas las Iglesias y confesiones religiosas.
A casi un año de su visita a México, queda el recuerdo que dirigió a los infantes: “Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos; cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia”, y el ánimo que generó en todos los mexicanos, insistiendo que el mal no puede tanto, y que siempre la victoria del bien está garantizada en el proyecto salvífico de Jesucristo, consumado en la cruz y en la resurrección.
Su exquisita y delicada bondad la llevaremos en nuestros corazones, confiando que Dios Nuestro Señor lo acompañara en esta etapa final de su vida, dedicada al silencio, la meditación y la oración.
Hoy, el Papa Benedicto XVI lanza a la feligresía católica y a los hombres de buena voluntad un claro ejemplo de fortaleza y dignidad, de honestidad y clarividencia, al asumir la decisión de su retiro. Por ello, ha señalado al final de su anuncio que orará y pedirá a Jesucristo, Nuestro Señor y a la Virgen María, Madre de la Iglesia su intervención para que los Cardenales electores elijan a quien pueda afrontar, de la mejor manera, los grandes desafíos del tiempo actual y conducir a la Iglesia Católica con la sabiduría del Espíritu conforme a la Voluntad de Dios, Nuestro Padre.
La Iglesia Católica, con esta decisión del Papa Benedicto XVI se fortalecerá en la Fe, en la Esperanza y la infinita confianza del Amor de Dios.
Tlalnepantla – México, febrero de 2013.
*+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
Presidente del CELAM