El juez Castro y el circo romano

La cultura romana, miscelánea de la griega y oriental, nos ha legado multitud de manifestaciones: arte, literatura, calendario, Derecho, costumbres, medicina...

De entre ellas, el Derecho Romano es para los juristas lo que la Biblia para los católicos: la fuente a la que acudir para conocer el origen y fundamento, respectivamente, de las instituciones jurídicas y de los acontecimientos sagrados.

El Juez Castro parece interesado por la cultura romana, pero se ha quedado en los aspectos lúdicos: teatro, anfiteatro y, sobre todo, circo, mucho circo.

Sus declaraciones a los medios de comunicación en el aparcamiento y en los aledaños del Juzgado no son el mejor ejemplo para afianzar y legitimar al poder judicial en esta etapa histórica difícil y comprometida en la que tanto necesitamos confiar en la justicia.

Actúa, además, con cierto cesarismo, propio, por otro lado, del circo romano. A la pregunta de los periodistas "¿Va a imputar a la Infanta Cristina?" -traducido al circo romano, "¿En qué posición va a colocar su dedo índice en relación a la Infanta Cristina?" -, contesta, eufórico, por saberse el centro de atención mediática: "Lo estoy pensando. Ya veremos".

¿En qué fase del procedimiento judicial se pueden incardinar estas declaraciones?

Hay elementos externos que dicen algo de su personalidad. Es seguidor de la tendencia vintage y del esnobismo. El descapotable biplaza y el uso de la bicicleta así lo apuntan.

Ningún reproche. Faltaría más. Cada uno es libre de asumir las modas con rasgos más o menos marcados.

El problema radica en que traslada ese talante externo a la instrucción. Además de su continua aparición en los medios, marco en el que se le ve feliz y contento de haberse conocido, el tono de sus interrogatorios resulta cuando menos extravagante, y llama mucho la atención.

Juzgue el lector. Está interrogando el Juez Castro a Diego Torres sobre la reunión en el Palacio de la Zarzuela con el Presidente Camps y la Alcaldesa Rita Barberá. Pregunta: "¿No alucinó?". Son comentarios típicos: "Oye, vamos a Zarzuela. ¿No me digas, tío? ¡Qué pasada!".

No parece que sea un lenguaje ni muy jurídico ni muy propio de la práctica forense.

Al Juez Castro habría que recordarle que, siendo la vanidad humana, hay métodos más ortodoxos para alimentarla.

Si algo no deben hacer los jueces es brillar refulgentes ante los medios de comunicación, y si fuera inevitable comparecer ante ellos, deben hacerlo con sumo decoro, midiendo las palabras y evitando mencionar a las partes. En todo caso, los jueces deben tratar de pasar desapercibidos hasta el punto de que los lectores de noticias sensacionalistas no deben reconocer su rostro.

¡Qué ejemplo de juez serio y comedido nos ofrece Pablo Ruz!

Si, no obstante, la atracción mediática es irresistible, la realidad ofrece multitud de alternativas. Recientemente, la hasta hace unos días concejala del PSOE en el Ayuntamiento de Los Yébenes (Toledo), Olvido Hormigos, abandonó su cargo público para integrarse en el equipo que participará en el programa de Telecinco Mira quién salta.

Los jueces son independientes, pero tal independencia lo es de criterio, de libertad para interpretar y aplicar la ley, no para actuar al margen de las conductas que se espera de ellos y que les son propias.

Tenemos reciente el caso del Juez Garzón, cuyas actuaciones procesales pensaban más en los focos que en la instrucción, lo que determinó no solo la anulación de muchos de sus procedimientos, sino que acabó con su mediática carrera.

La cultura romana nos ha legado, además de los espectáculos lúdicos, el Derecho Romano, en el que podemos encontrar multitud de máximas tan ilustrativas e interesantes como las siguientes: Ius est ars boni et aequi (El Derecho es el arte de lo bueno y de lo equitativo); Ius non in singulas personas, sed generaliter constituitur (El Derecho no se establece para determinadas personas, sino que obliga a todos); o Convicium iniuram esse (El vocerío es una forma de injuria).

No está de más, también, recordar a Calamandrei, insigne procesalista europeo del siglo XX, fuertemente comprometido con la legalidad, a quien se debe la siguiente afirmación: "Los jueces son como los que pertenecen a una orden religiosa. Cada uno de ellos tiene que ser un ejemplo de virtud si no quiere que los creyentes pierdan la fe".

 



Dejar un comentario

captcha