Dial canción asturiana

Tal vez sean ustedes amantes de ese patrimonio nacional —compartido parcialmente con otros territorios— que es nuestra canción tradicional. Acaso ustedes se emocionen con el pathos que entraña el dolor individual y social de «A La Pipiona, madre, a La Pipiona»; o con la señardá que entrañan las voces que van dejando su hogar o su pareja, como en el «Adiós, pueblín de Col.lanzu»; tal vez, con ese inmenso dolor de la soledad del hombre en el mundo que es «L’aire apagóme la vela»; posiblemente se estremezcan con el fracaso amoroso que se encierra en el «Anda, señálame un sitiu». O, por un decir, admiran la renovación estilística, temática  y  actuacional que suponen las jóvenes Anabel Santiago o Marisa Valle Roso. Pero la canción patria puede servir también de dial para buscar en la realidad.

Empecemos por el señor Bárcenas y otros presumibles presuntos del PP, no por ser los más, sino simplemente por someternos al precepto evangélico de que los últimos serán los primeros. Pues bien, he aquí dónde se para la aguja: «Da-y la vuelta, Pepe, / da-y la vuelta, / que quiero ver el forro de tu chaqueta». Aunque bien pensado, por qué citar solo a unos y solo a los políticos y al PP. Ampliemos el campo de visión a los demás que están en el estrado en este momento, a PSOE, a Convergencia, a Unió y a tantos «responsables» de las cajas y bancos.  ¿En qué estación se detiene ahora la aguja? En aquello que se podría decir sobre las rotundas protestas de honradez de unos y otros: «Dices que no la quieres / y has de quererla, / has de enturbiar el agua / y has de beberla». Y de tantos de ellos, y de los propios partidos, podríamos decir, de manera alegórica, aquello de «La ca, la ca, la ca / la casa del señor cura / nunca, nunca, nunca, / nunca la vi como ahora: / venta, venta, venta, / ventana sobre ventana, / y el corre, corre, / y el corredor a la moda». Y, sobre su presunción de inocencia moral y de entrega a la colectividad: «Al saltar la portiella, / vite los baxos: / creí qu’eren puntielles, / yeren pendaxos». ¿Pero habrá muchos votantes que, con propósito de la enmienda, digan: «De noche m’enamoré, / fue la luna y m’engañó: / otra vez que m’enamore / será de día y con sol»? Hagan apuestas.

Giremos hacia la derecha la aguja. Nos hemos detenido en los seis millones de parados. Y en tantos que trabajan por poco más que el pan: «Les oveyes son blanques / y el prau ye verde. / El galán que les cuida / muerre de sede». O en el futuro oscuro de la minería en León y Asturies, para poner al alto la lleva el «Los mineros del Fondón / todos gastamos boína / con un lletreru que diz / «Too nos sal de la mina». O, por gritar ánimo, aquel «¡Viva la xente minera / de Llaviana a Carbayín! / ¡Pumarabule y Candín, / Saús y La Mosquitera!».

Pero dejemos la coyuntura, situémonos en el centro de la escala. Relaciones humanas, afecto, sexo, amor, codicia. ¿Cómo lo diría mejor una examante a quien su pareja quiere retener contra su voluntad que con el «Por una triste peineta / que me diste para el pelo / me quieres tener sujeta / como el anillo en el dedo»? Y de qué otra forma echaríamos en cara a alguien su infidelidad o su desafecto que con «Demoniu del moliñeru, / ¿tu qué-y ficiste / a aquella probe moza, / que está tan triste?» Y, ahora sí, otra vez, volvemos a la actualidad. Es posible que nos queramos burlar de esos hombres provectos a los que —sin señalar, pero los tienen ustedes a decenas en las crónicas de sociedad— se arriman las jóvenes despampanantes por su dinero: «Don Antonio está malo, / ¿qué le daremos? / Agua de caracoles, / que críe cuernos». Pero, ¿por qué no han de ser ellas el objeto de nuestra burla? : «Yo caséme con un vieyu / por comer bon xocolate, / y a la mañana va y dizme: “el morenillu (molinillo) non bate”».

Es tal vez la hora de volver a la coyuntura, a la tropa de presuntos y encausados de todos los pelajes, colores y palmas. Velahí, con un par de morcillas (sería más apropiado otro género de «carne en calceta»): «Axuntábense, axuntábense, / con un garabatu / y al pie d’un tonel. / Mozos mui gayasperos, / que, amás de “coyer”, / cantaben, baillaben y axuntábense». Ante lo que podría entonar la ciudadanía: «Dicen que los pastores / vieron a Cristo, / pero lo que hay ahora / nunca se ha visto».

Seamos, con todo, optimistas, confiemos en nosotros mismos, en la gente, en el país: «Señor San Pedro, / nu hai patria como la mía. / Señor San Pedro, / tengo un palu d’avellanu: / mientres que dure nun hai mieu. / Mientres que dure un hai mieu, / que si’l d’avellanu ruempe / tengo ún d’acebu nuevu».

 



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