El año termina sin brotes verdes, con malas notas. Estamos peor que cuando empezó y surgen claros signos de agotamiento general. El presidente del Gobierno en su comparecencia ante los medios de comunicación, se refirió al “esfuerzo descomunal”que ha hecho el país a lo largo de 2012, pero que a pesar de todo las expectativas de cara al año próximo no son buenas y que habrá que esperar a su segundo semestre para percibir algún alivio en cuanto a reducción del paro y menores recortes. Rajoy ha vuelto a repetir que continuará con su reformismo estructural y aplicación de dietas de austeridad, como remedios básicos para disminuir drásticamente la monstruosa cifra de seis millones de parados que ya se está barajando como posible.
En toda la intervención del presidente del Gobierno ha primado la economía sobre el acontecer político, que hoy tiene capítulos muy amenazadores sobre la estabilidad institucional. Parece como si quisiese decir a los ciudadanos, y muy especialmente a los catalanes, que los principales afanes hay que dedicarlos a la economía doméstica, a tener empleo, a pagar la hipoteca, a asegurar la sanidad, antes que a disputar por soberanismos, banderas y selecciones deportivas, tal como pretenden políticos rebeldes que han perdido la brújula o enmascaran intereses corruptos.
No es ninguna casualidad que Rajoy se haya referido a los 750000 catalanes en paro, mientras Artur Más y un partido de izquierda como ERC, dedican todos sus esfuerzos a promocionar un Estado irrealizable. Aquello de Estado Nuevo y llamadas al pueblo, tiene claras connotaciones fascistas.
Cuando se esperaba, y se pedía, que Rajoy pusiese abundante énfasis en responder a los desafíos de los dirigentes de CIU y ERC, advirtiendo de la eficacia de la munición legal de la que dispone el Gobierno, tanto a efectos preventivos como correctores, prefirió concretarse en forma escueta, señalando que conoce sus “responsabilidades y lealtades” en la “defensa de la Constitución”, reiterando que no se desviará de ese marco constitucional. Suena a firmeza y a un claro propósito de no dar oportunidades a CIU y ERC para agrandar escenarios de confrontación, buscados por los soberanistas en sus ofensas gratuitas al Estado, a la Corona y a todos.
Una conclusión es que Rajoy sigue sin alterar su estilo frío, de tintes autocráticos, independiente. Es ya clásica la calificación de que actúa de “perfil” y que su método de jugar con los tiempos, propicia que resuelva esperando que los adversarios se equivoquen para rematarlos después. La táctica es arriesgada y se entiende menos en tiempos de zozobra cuando se demanda liderazgo y saber a donde vamos. La última intervención del presidente del Gobierno no ha mejorado los ánimos y habrá que esperar a que algunas de sus afirmaciones, sobre tiempos mejores, se cumplan.