Muy mal está la situación económica ,política y social cuando resulta que en los últimos tiempos las palabras más utilizadas son : crisis, corrupción y pobreza. Desgraciadamente se constata una profunda desazón en todas las esferas sociales, invadidas por el mayor pesimismo que se recuerde.
Puestos a poner fechas, los españoles llevamos ya cinco años abrumados por los malos datos y por el fracaso de las radicales medidas aplicadas para remontar esta interminable crisis, cuyo detonante está casi olvidado, que estalló en aquel verano de 2007 cuando falló la liquidez del sistema bancario global a causa de la avaricia de unos pocos, produciendo quiebras en cadena, hundiendo la capacidad de consumo y ahorro de la población mundial.
A nosotros nos llegó de rebote y engañados por quienes nos juraron que teníamos el mejor sistema financiero del mundo y jugábamos en la “Champion”económica. Cuesta creer que ahora estemos de rodillas, intervenidos, a resultas de los dictámenes de los hombres de negro y habiendo hipotecado nuestros recursos, presentes y futuros, para devolver los primeros 50.000 millones de euros que nos han prestado. Por si fuera poco Angela Merkel acaba de decir que España tendrá que seguir durante cinco años más haciendo recortes y correcciones.
La tensión e incertidumbre corroe los ánimos más templados. ¿Alguna luz al final del túnel?. Hace unos días se publicaba una recopilación de 200 ideas , dedicadas a gobernantes, empresarios y ciudadanos, para salir de la recesión. La recomendación de un optimismo práctico, arropado por esfuerzo, imaginación y confianza parece ser el remedio aglutinador y el recuerdo de que España ya tiene experiencia en salir a flote e incluso que todavía tenemos suficiente rescoldo para encender la llama. Que bonito.
Si la crisis nos empobrece ,la corrupción nos desanima. ¿Qué se puede hacer con la suciedad que está inundando el país, tanto en el debate político como en las áreas administrativas y sociales?.
Cuesta no perder la calma ante tanta corrupción y delitos calificados de prevaricación, falsedad documental, tráfico de influencias, financiación ilegal de partidos, cohecho, lavado de dinero, fraude en las subvenciones, en los que aparecen implicados como protagonistas; exministro como José Blanco, el expresidentes de la CEOE, el alcalde de Sabadell, el expresidente de la Generalitat de Cataluña, la expresidenta de las Cortes valencianas, el diputado Santiago Cervera, los ERES andaluces, CIU y el Palau, alcaldes, concejales y consejeros en diversas comunidades, banqueros y toda la escala de representantes de la sociedad civil. Montoro ha dicho que va a publicar la lista de los defraudadores de Hacienda a la par que aumenta la petición de billetes de avión para Suiza y las Caimán. Da asco todo.
A la crisis económica y la corrupción se ha incorporado la extensión de la pobreza hasta niveles antes inconcebibles. Un reciente informe señala que el índice de pobreza alcanzará en los próximos años al 38% de la población, 18 millones de españoles en los límites de la exclusión social .La cifra de ahora también da para temblar, casi 13 millones dependientes de ayudas públicas y privadas.
La situación no puede despacharse recurriendo a consideraciones catastrofistas. Los hechos son como son. Quizás haya llegado la oportunidad de recordar a Shumpeter y ensayar aquello de la “destrucción creativa”. Sería la fórmula para no desperdiciar la crisis y sus demonios.