¿Qué es la locura?. ¿Qué es la cordura?.
Parece claro que el término locura es antónimo del término cordura, pero ¿se tiene que estar loco o cuerdo, o se puede estar loco y cuerdo?. Si nos paseamos por la barandilla de un puente a cincuenta metros de altura, parece claro que estamos adoptando una actitud imprudente que roza la locura, pero si estamos locamente enamorados, es evidente que, al menos teóricamente, mantenemos la cordura.
Por tanto, ambos términos, locura y cordura, deben ser analizados en el marco en el que se manifiestan.
En todo caso, la locura como estado patológico apunta a una privación de la razón que no permite distinguir lo bueno y lo malo, mientras que la cordura sugiere todo lo contrario, prudencia, juicio, cautela, moderación, en definitiva, ajuste al modelo que la sociedad considera normal.
Esto nos obliga a delimitar lo que debe considerarse como normal.
Ser normal es formar parte de esa masa anónima y típica, vulgar: tener una familia normal, un trabajo normal, en definitiva, llevar una vida normal, fiel a los parámetros de la sociedad en la que vivimos. Todo lo que no responda a los límites que esa sociedad ha considerado como normales determina que nos pongan la etiqueta de anormales.
Galileo, Newton, Einstein o, más recientemente, Stephen Hawking, por poner sólo algunos ejemplos que han revolucionado el mundo de la física, no fueron ni son personas normales, lo que no ha impedido –todo lo contrario, la ha alentado- una creatividad extrema que ha permitido la evolución de la ciencia. Si hubieran sido personas normales ¿habrían sido receptivas a esos estímulos mentales que les ha permitido penetrar en los misterios del Universo?.
En este ámbito, como en tantos otros, quizá la clave esté en ser capaz de situarse en un término medio, simultaneando locura y cordura, tesis y antitesis y emular la letra de aquella famosa canción que invita a ser “el tuerto en el país de los ciegos, quien habla en el país de los mudos, el que anda en el país de los cansados, el sabio en el país de los necios, el divertido en el país de los serios, el libre en el país de los presos, la voz que clama en el desierto, y -¿por qué no?-, el loco en el país de los cuerdos”.
Qué grandes máximas ha inspirado la locura: “quien no ha amado locamente, no conoce la parte más bella de la vida” o “de amor no preguntes a los cuerdos, aman cuerdamente; pregunta a los locos, aman locamente”.
Como decía el poeta, la locura y la cordura son dos países limítrofes de fronteras tan difusas que, en ocasiones, no puedes saber con seguridad si te encuentras en el territorio de la una o de la otra.