Existen tres poderosas mafia en el mundo: la italiana, la rusa y la japonesa. La americana es la consecuencia de ese triángulo que, como plaga de langosta, lo arrasa todo a su paso. Las historias de Frank Capra y Alfred Hitchcock, se quedan cortas. Los espías creados por Ian Fleming y John Le Carré son cuentos como los de Charles Perraut.
Hoy el tema se centra en los túneles, pasadizos y endemoniados senderos (todos asfaltados) de la mafia, la misma que en Japón recibe el nombre de “yakuza”, como si se tratara de un baño de vapor, y cuyos métodos nada tienen que envidiar a la “Cosa-Nostra”, los sumos sacerdotes de la “gatoparda” Sicilia.
Los rusos, sus gangsteriles grupos, despertaron tarde, pero sus métodos, acaso por eso, y para poder ganar tiempo, son más crueles. En este aspecto, las bandas disolutas de algunos “boyardos”, los extraños nobles de tiempos de Iván El Terrible, brutales como ellos solos y ladrones igual a aves de rapiña, se han quedado cortos.
La época es otra y los bandidos o mafiosos también, pero la figura, el aspecto interior, es el mismo. Puede cambiar la piel, pero no el espíritu. Por ello, el retrato hecho por Fernando Villalón no pierde actualidad.
Señala el autor de “Romances del ochocientos”:
A ti rufián...a ti ladrón-artista. / Al bandolero y al contrabandista / que por la libertad da la pelleja... / En mi patria no queda un moralista... / ni un místico soldado y camorrista... / ¡Salve, oh escoria de mi patria vieja!
Indudablemente era una vieja época, pues la mafia actual está incrustada en todos los estamentos de la sociedad y obtiene ganancias de millones de dólares. Ahora se acaba de descubrir que sus tentáculos se han introducido en la mismísima Bolsa de Valores de Wall Street.
Uno pensaba que esas “corporaciones del mal” – así las llamó un viejo alcalde de la ciudad de los rascacielos - se limitaban únicamente a sus “trabajos” de siempre, es decir, extorsión, juego ilegal, prostitución y controlar los sindicatos.
Hace dos o tres años, la Securities and Exchange Commission, el departamento gubernamental que vigila las transacciones en la Bolsa de Nueva York, comenzó a notar un movimiento extraño y nada ortodoxo, y lo que descubrió fue cómo unos papeles de cierta pequeña compañía de las ciudades de Tempe, Parker, Phoenix y Tucson, en el estado de Arizona, tenían un aumento del 53 por ciento en un solo día. Eso no era normal, sobre todo cuando la empresa era un mero gimnasio. Por si fuera poco, los sabuesos fiscales revelaron que en tres semanas más de dos millones de acciones cambiaron de mano. Aquello parecía una multinacional.
Más tarde se supo que dos poderosas familias mafiosas estaban detrás de esa operación, y es que los tiempos cambian una barbaridad.
Las pistolas se han convertido en ordenadores. Y hacen más daño.