Los homosexuales y lesbianas en la mayoría de los países del mundo moderno pueden casarse, y es justo. Cada persona debe amar y unirse con el ser que anhela sin impedimento social alguno. Ahora bien - y es una opinión muy personal - la unión no sería jamás un matrimonio.
Un niño o niña necesita padre y madre por separado, no dos padres o dos madres al unísono; si así fuera, las celdillas de la vida, el caldo primitivo, los rudimentarios seres unicelulares de aquel evo, se hubieran encargado de ello desde el principio de los tiempos. La Naturaleza puede cometer estupideces, pero no errores.
En el libro “La historia más bella del mundo”, tres grandes divulgadores nos narran nuestros complejos orígenes para llegar a esa gran epopeya que es la vida; uno de ellos, en un momento preciso, exclama: ¡Viva el sexo!
Hasta entonces las células se reproducían de manera idéntica, “con el sexo, dos seres vivos procrean un tercero que es distinto de ellos dos”.
Gracias a esa acción - una verdadera revolución – estalla la diversidad. La naturaleza puede cambiar genes. Y aquí surge una pregunta: ¿Por qué ésta no se estabilizó entre dos? ¿Por qué no en tres? El biólogo Joel de Rosnay, responde:
“Para poder combinar dos pares de cromosomas en un huevo fecundado, se necesita una maquinaria biológica compleja. Y lo sería aún más si tuviera que mezclar tres patrimonios genéticos. Si hubo especies que inventaron una sexualidad de este tipo, no han sobrevivido”.
El matrimonio, del latín “matrimonium”, de “mater-matris”, es la unión del hombre y la mujer. Las parejas de homosexuales o lesbianas pueden convivir juntas legalmente, tener derechos consagrados a todo ser humano y no ser discriminados por ello, al ser una acción tal verdadera como otra cualquiera, y en ese campo toda legislación debe amparar y proteger hasta lo máximo esa convivencia. Rechazarlo es criminal y no debe ser permitido bajo ninguna ley.
No haría falta expresarlo: no estamos -ni de palabra ni obra- contra el mundo gay, pero sí sostengo que la humanidad existe, llegó a los albores del siglo XXI, gracias al matrimonio entre hombre y mujer, y de esa forma procrear hijos para la perduración de la raza humana.
¿No se estará haciendo añicos la barrera de la diversidad más intrínseca de nuestra especie?
Es solamente una pregunta, pero alguien debería responderla.