Hemos comenzado a transitar un camino junto a la universidad pública, abriendo las puertas a las realidades sociales más cercanas, siendo una de las principales batallas la cultural.
En 2003, estábamos sujetos como país a la exclusión social y económica más desastrosa, consecuencias de un Estado mínimo. Nuestra prioridad fue recuperar el tejido productivo, la generación de puestos de trabajo, y también la reconstrucción del tejido social, rstituyendo derechos vulnerados.
Desde el Ministerio de Desarrollo Social, que tengo el honor de conducir, las políticas sociales se articularon y articulan en dos pilares. El primero asume como principal desafió el cumplimiento, cobertura, protección y defensa de los derechos humanos y sociales con eje en la "Familia argentina"; y el segundo comprende la generación de dispositivos para la creación de trabajo desde "Argentina Trabaja".
Así, promovemos con distintas herramientas (microcrédito, apoyo en maquinarias, insumos, capacitación, asistencia técnica, monotributo social, marca colectiva) y de acuerdo a los perfiles productivos y de servicios el trabajo emprendedor de gestión asociada y el cooperativo. Hoy el movimiento cooperativo genera 600.000 puestos de trabajo, a ello agregamos los 400.000 emprendedores de la economía social, lo se traduce en 1.000.000 de puestos de trabajo generados por la Economía social. Hoy voy a hablar solo de una parte de este universo de Argentina Trabaja, que es el cooperativo desde el programa de "Ingreso Social con trabajo". Lo hago desde el convencimiento de que cuando se rompió nuestro tejido social, sólo puedo reconstruirse promoviendo además del trabajo y la educación, los valores de solidaridad y la democracia.
Lo interesante del trabajo cooperativo es el enfoque de mirada colectiva. Todos sabemos que el trabajo tiene un componente integrador. Si tenes trabajo tenes ingresos que te permiten a vos y a tu familia acceder a bienes y servicios de manera progresiva. Para que tengan una idea del total de los trabajadores que integran las cooperativas del programa de ingreso social con trabajo, el 56% son menores de 35 años y el 16% son mayores de 50 años. La mayoría accedió por primera vez a un trabajo registrado y esto se observa en que el 88% nunca tuvo aportes a la seguridad social. En cuanto al sexo el 47.1% son personas de sexo masculino y 52.9 % son personas de sexo femenino. Del total el 27 % de los trabajadores no tenía los estudios primarios terminados y el 48 % no tenia sus estudios secundarios completos. Con estos datos de la realidad queda claro, no solo la identificación acertada del grupo de riesgo sino que estos trabajadores y sus familias estaban comprometidos con privaciones de todo tipo.
Por ello y teniendo en cuenta que las personas no salen de la pobreza sólo con ingresos, sino rompiendo con los patrones socio-culturales que impidieron su desarrollo, decidimos fortalecer una orientación más personalizada y progresiva sobre los miembros que integran estas cooperativas a nivel social, educativo, de salud y de capacitación en oficios. Surge así la figura del orientador que es un cooperativista con capacidades de liderazgo, para orientar precisamente en las recomposiciones perdidas. Este orientador no es un emergente casual, es producto de un relato donde se convocan voluntades individuales que representan la voluntad colectiva.
Orientadores que promueven la reflexión, asesoran, acompañan en prácticas inclusivas diferenciadas de los viejos modelos enlatados. Modelos que pretendian incluir cautivos, a través de una política clientelista asistencialista, traducida en míseros programas, ya sea de transferencia de ingresos o bolsas de alimentos.
Esta formación sabemos que se obtiene desde la práctica y el trabajo cotidiano, pero también estamos convencidos que Universidad Pública es la mejor “consultora” que puede brindar herramientas teóricas en Economía Social para fortalecer el trabajo de nuestros orientadores. Así hemos comenzado a transitar un camino junto a la Universidad Pública abriendo las puertas a las realidades sociales más cercanas siendo una de las principales batallas, la cultural. Esta se transforma en el tiempo desarrollando una cultura cooperativa y solidaria.
El orientador aporta a la construcción de las relaciones sociales de los cooperativistas y su entorno en los diversos lugares donde este vive, trabaja, sufre y goza. Son los pequeños espacios sociales de la vida cotidiana, la escuela, la Universidad, el barrio, las organizaciones, los clubes. Son los espacios donde se ejercen los derechos humanos y sociales y también las obligaciones ciudadanas.
Este tiempo es de cambio. La profundización de este cambio es posible si nos encuentra como sujetos políticos portadores de derechos, sin prejuicios y matrices liberales para ejercerlos. Esta tarea no puede ser solo teórica. Tenemos que ser capaces de generar y sostener marcos comunitarios capaces de articular el trabajo, la salud, la educación y la seguridad.
Hoy son casi 1.000 personas las que como parte de las cooperativas siguen trabajando en las tareas asignadas, pero además se están formando en la Universidad. Para recuperar el tejido social necesitamos cientos de artesanos sociales pues la exclusión social no es sólo un problema de ingresos sino fundamentalmente de integración. A paso de vencedores se construye ciudadanía social.Cambio diria Néstor Kirchner es el nombre del futuro.
Por ello y teniendo en cuenta que las personas no salen de la pobreza sólo con ingresos, sino rompiendo con los patrones socio-culturales que impidieron su desarrollo, decidimos fortalecer una orientación más personalizada y progresiva sobre los miembros que integran estas cooperativas a nivel social, educativo, de salud y de capacitación en oficios.
*Fuente: Tiempo Argentino
Desde el Ministerio de Desarrollo Social, que tengo el honor de conducir, las políticas sociales se articularon y articulan en dos pilares. El primero asume como principal desafió el cumplimiento, cobertura, protección y defensa de los derechos humanos y sociales con eje en la "Familia argentina"; y el segundo comprende la generación de dispositivos para la creación de trabajo desde "Argentina Trabaja".
Así, promovemos con distintas herramientas (microcrédito, apoyo en maquinarias, insumos, capacitación, asistencia técnica, monotributo social, marca colectiva) y de acuerdo a los perfiles productivos y de servicios el trabajo emprendedor de gestión asociada y el cooperativo. Hoy el movimiento cooperativo genera 600.000 puestos de trabajo, a ello agregamos los 400.000 emprendedores de la economía social, lo se traduce en 1.000.000 de puestos de trabajo generados por la Economía social. Hoy voy a hablar solo de una parte de este universo de Argentina Trabaja, que es el cooperativo desde el programa de "Ingreso Social con trabajo". Lo hago desde el convencimiento de que cuando se rompió nuestro tejido social, sólo puedo reconstruirse promoviendo además del trabajo y la educación, los valores de solidaridad y la democracia.
Lo interesante del trabajo cooperativo es el enfoque de mirada colectiva. Todos sabemos que el trabajo tiene un componente integrador. Si tenes trabajo tenes ingresos que te permiten a vos y a tu familia acceder a bienes y servicios de manera progresiva. Para que tengan una idea del total de los trabajadores que integran las cooperativas del programa de ingreso social con trabajo, el 56% son menores de 35 años y el 16% son mayores de 50 años. La mayoría accedió por primera vez a un trabajo registrado y esto se observa en que el 88% nunca tuvo aportes a la seguridad social. En cuanto al sexo el 47.1% son personas de sexo masculino y 52.9 % son personas de sexo femenino. Del total el 27 % de los trabajadores no tenía los estudios primarios terminados y el 48 % no tenia sus estudios secundarios completos. Con estos datos de la realidad queda claro, no solo la identificación acertada del grupo de riesgo sino que estos trabajadores y sus familias estaban comprometidos con privaciones de todo tipo.
Por ello y teniendo en cuenta que las personas no salen de la pobreza sólo con ingresos, sino rompiendo con los patrones socio-culturales que impidieron su desarrollo, decidimos fortalecer una orientación más personalizada y progresiva sobre los miembros que integran estas cooperativas a nivel social, educativo, de salud y de capacitación en oficios. Surge así la figura del orientador que es un cooperativista con capacidades de liderazgo, para orientar precisamente en las recomposiciones perdidas. Este orientador no es un emergente casual, es producto de un relato donde se convocan voluntades individuales que representan la voluntad colectiva.
Orientadores que promueven la reflexión, asesoran, acompañan en prácticas inclusivas diferenciadas de los viejos modelos enlatados. Modelos que pretendian incluir cautivos, a través de una política clientelista asistencialista, traducida en míseros programas, ya sea de transferencia de ingresos o bolsas de alimentos.
Esta formación sabemos que se obtiene desde la práctica y el trabajo cotidiano, pero también estamos convencidos que Universidad Pública es la mejor “consultora” que puede brindar herramientas teóricas en Economía Social para fortalecer el trabajo de nuestros orientadores. Así hemos comenzado a transitar un camino junto a la Universidad Pública abriendo las puertas a las realidades sociales más cercanas siendo una de las principales batallas, la cultural. Esta se transforma en el tiempo desarrollando una cultura cooperativa y solidaria.
El orientador aporta a la construcción de las relaciones sociales de los cooperativistas y su entorno en los diversos lugares donde este vive, trabaja, sufre y goza. Son los pequeños espacios sociales de la vida cotidiana, la escuela, la Universidad, el barrio, las organizaciones, los clubes. Son los espacios donde se ejercen los derechos humanos y sociales y también las obligaciones ciudadanas.
Este tiempo es de cambio. La profundización de este cambio es posible si nos encuentra como sujetos políticos portadores de derechos, sin prejuicios y matrices liberales para ejercerlos. Esta tarea no puede ser solo teórica. Tenemos que ser capaces de generar y sostener marcos comunitarios capaces de articular el trabajo, la salud, la educación y la seguridad.
Hoy son casi 1.000 personas las que como parte de las cooperativas siguen trabajando en las tareas asignadas, pero además se están formando en la Universidad. Para recuperar el tejido social necesitamos cientos de artesanos sociales pues la exclusión social no es sólo un problema de ingresos sino fundamentalmente de integración. A paso de vencedores se construye ciudadanía social.Cambio diria Néstor Kirchner es el nombre del futuro.
Por ello y teniendo en cuenta que las personas no salen de la pobreza sólo con ingresos, sino rompiendo con los patrones socio-culturales que impidieron su desarrollo, decidimos fortalecer una orientación más personalizada y progresiva sobre los miembros que integran estas cooperativas a nivel social, educativo, de salud y de capacitación en oficios.
*Fuente: Tiempo Argentino
2 comentarios
# madridista Responder
02/01/2012 17:45es impresionante; que buen trabajo, aunque haya salido mal lo intentasteis
# JIM Responder
02/01/2012 18:43¡Qué gran esfuerzo! Por sí solo, tal como se cuenta, ya mereció la pena