Cuando llega el otoño sin remedio alguno la memoria me traslada hasta aquellos tiempos tan tiernos y dulces de la juventud. Ahora que esto tecleo, me veo rodeado de mis amigos, cruzando un poste de la luz que hacia las veces de puente sobre el río Aller. Al otro lado una escombrera y un campo que alisamos "la arenina" que hacia las veces de campo de fútbol. Adosado a este "estadio" se nos presentaba desafiante el Picu Moros todo un reto para todos nosotros, ya lo cuenta Chano en su biografía: "para los niños de Moreda, aquel Picu era mágico" y así era también para nuestra pandilla. Las laderas están repletas de castaños y pequeñas pomaradas, desde la cima se podía ver como se unían los ríos de Aller y el que baja de Nembra, el río Negro.
Al fondo del valle Caborana y justo a su vera, Sotiello que hace de alianza/aro con Moreda. Casi a la misma altura de la cima y justo enfrente la población de Boo. Luego, cada uno con su imaginación se dejaba llevar y solo nos faltaba volar. Siempre comento aquí en la capital que antes los niños eramos como pequeños duendes, no salíamos de los bosques, sorteábamos los ríos, hacíamos cabañas, y a lo que voy en este articulo, el ir en este tiempo a castañas.
No solo pillabamos las que estaban tiradas por los caminos, sino que la aventura era saltar el muro de piedras o las estaqueras de madera que protegían las pequeñas fincas/pomaradas. Y en ese cruzar la "frontera" radicaba el placer, se disparaba la adrenalina. Nos daba igual "mangar" unas castañas que unas manzanas. Siempre al acecho, por allí aparecía el "amu" del prau, sacaba su escopeta de perdigones y todos a galopar.
Del pánico pasábamos a las risas cuando ya estábamos fuera del alcance de aquellos "balines". Era por joder - hablando, claro - el comentar la hazaña días después, era donde radicaba la gracia.
Añoro con cariño aquellas travesuras y a la vez, mirando al presente me apena que los que usan pantalones cortos ( que ni eso, nosotros mostrábamos nuestras canillas al sol) su tiempo se les va sentados ante las consolas y el ciberespacio les come el coco. Los creadores/ingenieros que diseñan estos juegos no solo les roban el tiempo sino que usurpan la imaginación y cuando se quieran dar cuenta ya no tendrán infancia.
Me da la sensación de que están sobreprotegidos, no hace falta mas que ver, que sus mamas les acompañan a los coles, temen que les pase algo. Nunca vi en mi Moreda natal, madre alguna llevarnos. No es por presumir, con cuatro y cinco años desde mi barrio del Carmen iba "solito" hasta el campo de la Iglesia, donde estaban las escuelas y mis "compis" de mandilón mas de lo mismo. Y desde los ocho a los diez años, acudía al colegio de los Hermanos de la Salle en Caborana. Ahora, mi sobrino para hacer este recorrido va en "bus". Las mamas de antes, iban a lavar al río, al economato con aquellos enormes cestos de mimbre sobre sus cabezas, no sigo por que se me van saltar las lágrimas, mi tributo para todos ellas. Bastante ya tenían como para llevarnos de la mano.
Ya les di bastante la "milonga" (castaña) que tengan una maravilloso "finde".