Para superar la inercia y descubrir o inventar nuevos rumbos tenemos que dejar a un lado las fórmulas que hasta ahora se han utilizado e imaginar otras.
No es un ejercicio fácil, porque se basa, con toda la información disponible, en un diagnóstico certero de la situación que se pretende transformar pero luego, para hallar el tratamiento adecuado ahora, ya no sirven los magníficos instrumentos de los que disponemos hoy: sólo la reflexión, sólo el ejercicio de la facultad creadora que distingue a la especie humana.
Lo he contado muchas veces, porque ha sido muy importante para mí y mis colaboradores, y no sólo en nuestra faceta “científica”: estaba un viernes, ya tarde, trabajando en el Departamento del Profesor Hans Krebs en Oxford y, al ver luz en mi laboratorio –él se había acercado para recoger unos documentos olvidados en su despacho- vino a verme y me dijo que por qué permanecía hasta tan tarde… “En la Universidad de Granada, contesté, no dispongo de estos magníficos aparatos. Estoy reuniendo cuantos más datos me sea posible…” “A partir de ahora, añadirá usted los viernes a los fines de semana, para tener más tiempo para reflexionar”, me dijo. Y añadió “investigar es ver lo que otros también ven… y pensar lo que nadie ha pensado”.
No será con máquinas como lograremos avanzar y concebir los cambios radicales que se requieren, sino pensando, nuestra capacidad exclusiva, que no debemos tolerar que entretengan, adormezcan o inhabiliten.
Pensar lo que nadie ha pensado…