El 9 de abril de 2.011 y en nombre de todos los sierenses he tenido el honor de conceder la I Medalla de Oro de Siero a Don Jesús Saenz de Miera por los trabajos y desvelos que ha dedicado a lo largo de su vida, 92 años, en pro del campo astur y en especial, del sector lácteo, con la sana intención de potenciarlo y mejorar sus condiciones de vida. Fruto de todo ello es esa gran empresa, una de las mejores de Asturias, La Central Lechera Asturiana, que lleva nuestra identidad por todos los rincones de España y es uno de los buques insignia de la economía asturiana.
Estas palabras las escribo un día como hoy, 22 de setiembre, primer día de otoño, y después de conocer el fallecimiento de nuestro querido don Jesús, a quien he tenido el privilegio de tratar y con quien he compartido mesa y una jornada inolvidable en las instalaciones de la Factoría en Granda, con motivo de celebrarse los 40 años de su puesta en marcha. Los actos se celebraron en el primer fin de semana de Setiembre de 2.010, concretamente los días 3 y 4 de setiembre, y después del Acto Protocolario y ceremonioso que tuvo lugar de viernes, día 3, en el Auditorio “Príncipe Felipe de Asturias”, con la presencia de la ministra doña Elena Espinosa, entonces responsable de Medio Ambiente y Medio Rural y Marítimo, del Presidente del Principado, Don Vicente Álvarez Areces y demás autoridades regionales y locales; de sábado, 4 de setiembre se celebró en las instalaciones de Granda una comida multitudinaria para todos los ganaderos y empleados de la Central. El número de personas superaba las 3.000 y antes de empezar la comida tomaba la palabra Don Jesús, que el día anterior había recibido el alta médica , apremiado por los acontecimientos, a fin de estar con sus amigos y compañeros de fatigas, con personas que saboreaban cada palabra que iba deslizando y que a la vez asentían con su cabeza. A su edad, con 91 años y visibles muestras de cansancio, encandilaba recordando los orígenes de su proyecto, las dificultades del mismo y multitud de recuerdos y anécdotas. Don Jesús no leía, ni tenía necesidad de guión, le bastaba simplemente dejar que su alma hablase. Era el mensaje del corazón, de la satisfacción del deber cumplido, de saberse agradecido, de sentirse entre los suyos. Palabras tan cargadas de sentimiento como las pronunciadas por don Jesús el 4 de setiembre en la factoría de Granda tardarán en oírse, pues no todos, quizás muy pocos, pueden ver convertido en realidad su sueño, y eso era lo que contemplaba emocionado y agradecido don Jesús.
En aquella mesa, donde se sentaron los familiares más directos, directivos de la empresa y quien les escribe, durante toda la comida no paraban de venir personas, de todos lugares de Asturias, de diferentes edades y condición, a darle personalmente las gracias a Don Jesús, así como recordar experiencias o vivencias pasadas. Para todas ellas tenía don Jesús la respuesta oportuna y lo más asombroso, que aunque llevaba tiempo sin verles, estaba al día de sus andanzas y vicisitudes. Una de aquellas personas, jovial, a pesar de su edad y de sus dificultades de movimiento, le dijo: -“Don Jesús si tú no entras en el Cielo, no entra nadie…”
Hacía tiempo que mi capacidad de asombro no estallaba y aquel día conocí lo que es la fuerza y el empuje de una persona, la de don Jesús, cuando cree en un proyecto y dedica toda su vida al mismo. Aquel día comprendí que la garra y la firmeza de un líder no se improvisa, aunque uno tenga la locuacidad y lucidez de don Jesús, sino que requiere de mucho esfuerzo, de mucha renuncia, de grandes dosis de entrega, de convivencia, de impregnarse de los problemas de los demás, de hacerlos suyos y buscar una solución a las dificultades del momento, sólo así puede uno ganarse la confianza de los suyos como lo ha logrado don Jesús, sólo así uno puede sentirse cercano.
En el Prólogo del “Deuteronomio” Moisés se queja a Yavé y le dice que Él solo no puede cargar con todos los problemas del pueblo judío, y Yavé le manda que ponga al frente de cada tribu “hombres sabios, prudentes y probados” , pues bien Don Jesús ha sido uno de esos hombres sabios, prudentes y probados que ha hecho suyos los problemas del mundo ganadero astur y ha llevado a cabo uno de los proyectos empresariales más importantes de Asturias y tal día como hoy, con mis palabras, quiero darle agradecerle lo realizado y expresar mi condolencia a su esposa Caridad, Cary,- que es merecedora en gran medida de las muchas distinciones que don Jesús obtuvo- , así como al resto de su familia.