Al sentirse no sólo desencantados sino traicionados por los políticos; al apuntar progresivos y muy rápidos incumplimientos de las ilusiones que habían suscitado; al darse cuenta de la desinformación a la que se hallan sometidos; al no ver claramente alternativas ni soluciones… la desafección política, también religiosa, hace que aumente, de forma torrencial, el partidismo deportivo, fomentado de una manera escandalosa, hasta el punto de llegar a constituir hoy ya una auténtica “burbuja del espectáculo”, que mantiene distraídos a los ciudadanos, que van a dejando “por imposibles” sus justas reivindicaciones sociales, profesionales, etc.
La uniformización, la gregarización, son casi tan antiguas como la humanidad habiendo sido ejercidas hábilmente por el poder. “Circo y pan”, en la época romana para que los césares pudieran hallarse tranquilos en las cumbres doradas de su poder. Asusta ver a estas masas enardecidas que aceptan que a sus ídolos deportivos les paguen inmensas cantidades y que lo único importante es que su equipo sea vencedor. Me dejan perplejo estos ciudadanos gritando y pegando voces de alegría… Espectadores permanentes.
A mi también me gusta mucho el futbol. He seguido con interés numerosas competiciones. Pero tenemos que hacer todo lo posible para que, tantos y tantos compatriotas, junto al disfrute de las competiciones deportivas no pierdan la condición de ciudadanos activos, participativos, capaces de movilizarse en favor de una auténtica democracia a escala personal, local, nacional y global.