¿Habrá presupuestos?

Antes de aventurar la respuesta, déjenme ofrecerles una consideración que hace menos de un minuto, al abrir el ordenador, acaba de plantearme mi trasgu particular, Abrilgüeyu. La llama «la paradoja del alcalde ecuánime» y la expresa en un par de frases. Yo, para no dársela resuelta, se la ofrezco descompuesta en los parámetros que la configuran. Se trata de la queja, tan frecuente estos días en los medios, de que existen pueblos vecinos (a veces tres, incluso cuatro) que tienen instalaciones idénticas (piscina cubierta, pabellón de deportes, casa de cultura, museos…) que, ahora, no pueden mantener. Los ciudadanos manifiestan su indignación porque, en su día, los alcaldes de dichos pueblos no se pusieran de acuerdo para compartir y repartir servicios. Y ante esta protesta Abrilgüeyu reflexiona sobre lo que él denomina, como he dicho, «la paradoja del alcalde ecuánime». Para su cabal entendimiento propone formularla «sin ruidos», esto es, suponiéndola referida a un alcalde que no pertenece a una de las grandes iglesias, a esos partidos que siempre tienen un amplio número de fieles que acuden a votar sea cual sea el tamaño o la cualidad de las hostias que hubieren recibido en el período que va de elección a elección:

«Si ese alcalde hubiese llegado a un acuerdo para ayudar a construir las instalaciones en el concejo aledaño a fin de que fuesen a disfrutar de ellas allí sus vecinos, si, además, no se hubiese endeudado durante esos años del 2000 al 2010, ¿qué vecinos lo hubiesen votado entonces? ¿Cuáles no serían los gritos en su contra de la oposición y de los medios locales? Es más, llegada la crisis, hoy en día, ¿alguien se acordaría de que él y los suyos se habían comportado con racionalidad y cordura?, ¿de que no había empeñado al ayuntamiento?, ¿alguien lo volvería a votar? Es más, desaparecido tiempo ha de la vida pública, ¿alguien se acordaría de que había existido?»

Y vayamos ya a los presupuestos asturianos. Es fácil que no los tengamos. A IU le vendrá muy bien el negarse a aprobarlos y así magnificar su discurso de contra Merkel, Rajoy, la derecha, los mercados, los banqueros, el capitalismo y demás logomaquias demagógicas que tanto éxito le reportan, máxime cuando parece que el próximo presupuesto asturiano ha de ser (de momento) inferior en un 20% al de 2009. De paso, eso le permitirá tener un protagonismo reiterado, puesto que el Ejecutivo habrá de recurrir varias veces al Parlamento para solicitar la aprobación de leyes de créditos extraordinarios. Por su parte, es difícil que PP o Foro actúen como sostén del PSOE, salvo que lo hagan al unísono, pues un acuerdo de uno de los dos por separado supondría un desprestigio ante sus votantes, y, en el caso de hacerlo el PP, permitiría a los casquistas reiterar la matraca del «pacto de la duerna». ¿Que un presupuesto requeteprorrogado es dislate contable y parcialmente dañino?, ¿una pura ficción? No se preocupen, nuestra vida pública es toda ella una ficción, incluidos sus partidos políticos, entes inertes que solo existen cuando desde Madrid desciende un «superior» a visitarlos a fin de impartirles órdenes o insuflarles ánimos, al modo en que las ánimas del Hades en la Odisea no eran otra cosa que vagas sombras mentirosas si no bebían la sangre que los vivos bajasen a llevarles a sus tenebrosas cavernas.

Y los otros presupuestos, los del Estado, ¿los habrá? ¿Los habrá, quiere decirse, hechos por nosotros mismos? ¿O nos los harán, si somos intervenidos? Si es así, en este segundo caso, se rebajarán las pensiones, el paro, los sueldos de los funcionarios, las prestaciones sociales y asistenciales. Y todo ello, además, sin solucionar nuestros dos problemas de fondo: el diferencial negativo de nuestra economía productiva y la pertenencia al euro, lastre pesado con el que nos cargó un ilustre senado de tontos (algunos de ellos, ahora arrepentidos).

Por lo demás, no se alegren, que por mucho que rujan las redes sociales, mujan las tertulias o envíen cartas jeremíacas ilustres profesores posesos, nadie va a suprimir las autonomías o el senado, rebajar los sueldos de los políticos, eliminar su número u otras tantas demandas «eiusdem furfuris» que por ahí corren. Eso está fuera del alcance de los interventores externos.



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