Hace un 6 de agosto de 1945 nací en la Clínica San Cosmen que se ubicaba en una de las esquinas de la ovetense calle de Asturias. Ese mismo día, según años mas tarde me informó el cronista oficial del Centro Asturiano de Oviedo Pedro Cortés, y colega en la Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo del Principado que preside Carlos Cuesta, nacieron otros tres ovetenses. ¿Que les habrá deparado la vida?. Personalmente estoy satisfecho de haber podido ejercer desde bien joven la profesión que me gusta, el periodismo, y además siempre en mi ciudad natal. Miro para atrás y tengo la impresión de que la vida es como una película que transcurre más rápida de lo que uno quisiera. Aunque aún no me considero mayor alguna que otra vez ya empiezo a preguntarme con que me encontraré en el más allá. En cierta ocasión mi colega gijonés, el escrito Juan José Plans, me comentó que si no hubiera algo nuestro paso por la tierra solo sería un mal chiste. En fin, ya veremos, aunque cuanto más lejos esté el momento mejor, que prefiero, achaques incluidos, ir poco a poco haciéndome viejo jugando los jueves a la primitiva, viendo los juegos olímpicos en HD o cultivando la amistad con algunos, no muchos, buenos amigos. La familia y Asturias, por supuesto. Es como la jalea real que te mantiene aún en forma.
Mi cumpleaños coincide con el del lanzamiento de la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima y que junto con la que también destruyó Nagasaki unos días después supuso la rendición de Japón y el fin de la II guerra mundial. Es un acontecimiento que siempre me ha marcado, desde que descubrí la coincidencia bajo los dictados de historia que el padre Eutimio me hacía en Los Dominicos de Oviedo. Sí, “Little Boy” fue lanzada sobre la ciudad de Hiroshima hace hoy 67 años y el día 9 del mismo mes y año los americanos lanzaron la “Fat Man” sobre Nagasaki. Más de 200.000 personas masacradas en el acto y unas secuelas que durante años afectaron también a miles de japoneses. El argumento dado entonces por EE.UU que junto a los aliados ya había derrotado a la Alemania nazi fue de que con la utilización de estas dos bombas atómicas se acortaba la guerra evitando muchas más muertes. Por fortuna desde entonces la energía nuclear como arma destructiva no se ha empleado en contienda bélica alguna pero lamentablemente aún estamos a tiempo de que un buen día ocurra lo peor.
Precisamente hace unos días leí un emotivo relato de Javier Sanz en “La información.com” en el que comentaba que hubo 165 personas que hace 75 años sobrevivieron a ambas bombas, siendo el caso más conocido el de Tsumotu Yamaguchi, reconocido como el único superviviente oficial de las dos explosiones y que falleció en el 2010 a los 93 años. Tsutomu Yamaguchi era un diseñador de barcos que se encontraba el fatídico día en Hiroshima por temas de trabajo. Aunque sufrió algunas quemaduras, su obsesión era comunicarse con su familia, pero no había posibilidad, así que en cuanto obtuvo el permiso para abandonar la ciudad el 8 de agosto regresó a su casa: Nagasaki. Al día siguiente se incorporó a su trabajo y mientras explicaba a sus compañeros la experiencia vivida… volvió a ser testigo y superviviente de otra masacre. Que estas líneas sean en su honor y en la de los japoneses que no pudieron salvarse y que nunca, nunca más, haya otras “Little Boy” y “Fat Man”.