Un fin de semana aparentemente tranquilo. Por el centro de Oviedo veo grupos de turistas. Una guía, ante la gorda de Botero en la plaza de la Escandalera, explica a un grupo que la playa más bonita de Oviedo, la de San Lorenzo, está a 30 kilómetros, en Gijón. Así me gusta, nada de enfrentamientos localistas. En la calla Caveda me tropiezo con Manolín “el gitano”, uno de los iconos locales, a quien le acaban de operar de la cadera. Se maneja muy bien con las dos muletas, lo que no le impide pedir limosna ni al lucero del alba. La directora de escena Carmen Castañón, que es de Mieres, me cuenta que es parienta lejana del campeonísimo Fernando Alonso -¿Habrá cobrado ya los euros que le debe Cajastur?- cuyo bisabuelo, me cuenta la buena de Carmen Castañón, fue el propietario de la primera librería que hubo en Oviedo. “Estoy segura -añade la neña- que no lo sabe ni él“.
Pero lo que me preocupa es haber regresado de Galícia y encontrarme con esa pelea de gallos -como aquellas que se celebraban en el Rosal- entre la presidenta dedocrática del Partido Popular de Asturias Mercedes Fernández y la jefa de dicho partido en Gijón, Pilar Fernández Pardo. Las políticas gijonesas son duras de pelar, si no que se lo pregunten a Paz Fernández Felgueroso, aunque la alcaldesa Carmen Moriyón sea un alma de la caridad, pero el caso es que las primas donas están afiliando sus armas cara al próximo congreso regional del PP que tendrá lugar a finales de septiembre. Mercedes Fernández, en su día incondicional de Francisco Alvarez-Cascos, cuenta todavía con el apoyo de Génova mientras que Pilar Fernández Pardo va por libre. Primero fue enemiga acérrima de Alvarez-Cascos cuando éste aún estaba en el PP y ahora no soporta a su compañera de partido Mercedes Fernández. Esta guerra entre gallos de pelea puede dar nuevas álas al tapado que no es otro que el alcalde de Oviedo Agustín Iglesias Caunedo quien acaba de coger unos días de vacaciones para cargar pilas que lo va a necesitar. Por más que sus asesores más cercanos me envíen mensajes desmintiéndome su interés por presidir el partido conservador en Asturias él sabe perfectamente que lograrlo sería blindarse como permanente candidato a la alcaldía de Oviedo, al estilo de lo que hace veinte años logró Gabino de Lorenzo a quien la lengua se la comió no el gato si no el gobierno de Mariano Rajoy al que representa en nuestra comunidad.
Supongo que la guerra que está preparada en el seno del PP de Asturias no será cruenta pero sí dejará cadáveres políticos por el camino. Hasta el mismísimo Francisco Alvarez-Cascos intentará por caminos colaterales meter peseta en los líos de su antiguo partido. A todo esto continúa preocupándome ese crédito de 423 millones de euros que el Principado va a solicitar a la banca y es que si ésta se los concede en unas condiciones aceptables a Javier Fernández habrá que ponerle un monumento junto al Corazón de Jesús, no Gutiérrez, en lo alto del monte Naranco. Desgraciadamente me temo que al final, con el consiguiente coste e intervención de nuestras cuentas, tendrá que acudir como valencianos, murcianos y catalanes, por el momento, a la Administración central. Lo único que me tranquiliza, por si me pongo enfermo, es que al ex consejero de Hacienda Jaime Rabanal le hayan nombrado responsable del área sanitaria de Oviedo y es que lo importante es continuar en la pomada.