Los medios más próximos a la oposición ya están pontificando sobre la probabilidad de que allá por el otoño, Rajoy haga cambios en el equipo de gobierno e incluso de que el mismo jefe del Ejecutivo tire la toalla y se plantee una situación de crisis de gran magnitud. La intencionalidad de la campaña es clara, socavar la acción gubernamental hasta las últimas consecuencias, “cuanto peor mejor”, “gasolina a la calle ” que faciliten la recuperación del poder, por una izquierda y sus acompañantes nacionalistas, que no se resignan a un gobierno de derechas, contra el que valen todos los recursos, la algarada, el desplante parlamentario, la violencia callejera e incluso la deslegitimación democrática.
No es casualidad que hace unos días, desde el hemiciclo, el anterior ministro de Trabajo, se refiriese a la reforma que implica reducir concejales, liberados y las subvenciones a partidos, sindicatos y patronatos, manifestando que reflejaban una posición franquista. Recibió la respuesta que merecía. Al día siguiente y esta vez el jefe de filas socialista, Rubalcaba, en réplica a Rajoy volvía a insistir en la descalificación democrática de la derecha que le recordaba tiempos pasados.
A falta de alternativas sobre cómo salir de la crisis, la izquierda socialista y acompañantes recurren, en un ataque de total crispación, al intento de anulación de la derecha a través de su reducción al extremismo antidemocrático. Edurne Iriarte, catedrática de Ciencia Política, dice que es una constante en España desde el inicio de la democracia, el uso del argumento franquista, según la cual, la derecha actual se parece a la derecha franquista. Hoy, después de 40 años de la muerte del dictador, se intenta equiparar a Franco con Rajoy. En el mes de enero de este año, Javier Marías escribía en el País Semanal: “Siento decirlo, pero la actitud que hasta ahora está adoptando (Rajoy) me recuerda, de lo que yo he conocido, más a la de Franco que a la de ningún otro gobernante posterior. Los jóvenes lo ignoran y los maduros lo van olvidando, pero aquel aciago individuo era así: hermético e imperturbable, cazurro, frío, taimado”. Es muy lamentable que desde el PSOE y la progresía se utilicen tácticas que pueden dinamitar la convivencia. Zapatero, en una entrevista publicada en El Mundo, declaró que la derecha española no tiene nada que ver con el franquismo. Habría que recordárselo a Rubalcaba y al fiel escudero Cándido Méndez, cuyos calentamientos verbales empiezan a ser patéticos.
La derecha, por ahora no ha recurrido a una estrategia similar, cuál sería invocando reapariciones estilo “Frente Popular” del pasado siglo, a pesar de que surgen unos tics muy próximos.
Por activa y pasiva, ciudadanos, instituciones y fuerzas sociales están proclamando que España está en la peor crisis económica de su historia, después de muchos años de crecimiento en los que habló del milagro español y del éxito de la transición desde la dictadura a la democracia. Sería una catástrofe aún mayor que junto al caos económico añadiésemos el fracaso político del país.
Elevar la tensión social, incluyendo el acoso y derribo de Rajoy, a los niveles que están propiciando algunos líderes sindicales y de partidos, en ningún caso va a devolver la salud económica del país y sólo servirá para poner de relieve la gran irresponsabilidad de quienes contribuyeron a esta situación además de dinamitar la convivencia democrática.