Dicen que desde fuera, desde los centros del poder económico, España es contemplada como un gran agujero negro de difícil remedio, con riesgo de insolvencia a la vuelta de la esquina.
La UE finalmente ha optado por la tutela y la imposición de reformas, bajo libertad vigilada, para que la economía del cuarto país más importante de la eurozona, pueda remontar el vuelo en el horizonte de un quinquenio. Hoy España está intervenida y poco importa que haya diferencias con las regulaciones impuestas a Grecia, Irlanda y Portugal, la realidad es que los hombres de negro, de la troika, inspeccionaran las cuentas y el grado de cumplimiento de los compromisos que ha aceptado Mariano Rajoy para obtener un año de prórroga en el ajuste del déficit presupuestario y recibir ese primer préstamo de 30.000 millones de euros, necesarios para poder pagar pensiones, sueldos e intereses vencidos de la deuda. Lo dijo el presidente del gobierno delante de todos los diputados, el Tesoro está sin fondos y nadie nos presta.
Se venía oliendo que el gran puchero, repleto de casquería, cocinado por los gobiernos en tiempo pasado, estaba llegando a punto de presión. En Mayo de 2010, ya Rodríguez Zapatero, después de recibir un fuerte varapalo de Bruselas, aprobó un ajuste de 50.000 millones de euros a obtener mediante el aumento del IVA del 16 al 18%, la congelación de las pensiones y la rebaja del 5% en los sueldos de los funcionarios. Meses mas tarde aplicó un nuevo recorte de 5.000 millones. Mariano Rajoy, al mes de llegar a la Moncloa y obviando su programa electoral, lanzó un hachazo de 37.500 millones de euros, y ahora repite con uno de 65.000 millones de euros.
Asustan las cifras y los ciudadanos sienten en sus bolsillos, en sus carnes, como les han ido secuestrando recursos a la par que pierden servicios en cantidad y calidad. Perciben, así mismo, que las sumas que les detraen son para tapar agujeros principalmente de gestión, de despilfarros irresponsables, de tal magnitud que han afectado a las obligaciones no ya de un estado de bienestar sino de supervivencia.
Con el agua al cuello y síntomas de asfixia es el diagnóstico social. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Sería demasiado simplista atribuirla a una sola causa: a la tan inculpada burbuja inmobiliaria, especulación bancaria, voracidad financiera, corrupción política, partitocracia, falta de competitividad, los fallos del sistema, la locura colectiva, etc. Con mayor o menor participación, todas ellas han contribuido a esa olla nacional que además de atufar puede explotar y llevarnos por delante.
Los ajustes que, por cuenta de la troika, ha implantado el gobierno, han sido “justificados” como inevitables teniendo en cuenta que sufrimos la recesión más grave de nuestra historia reciente. Si son eficaces solo se verá, desgraciadamente, al final del proceso, aceptando que los costes políticos y sociales pueden superar todas las previsiones, pero las inmediatas consecuencias negativas las recibirán los ciudadanos de a pié, que participaron muy poco en el cocimiento de la crisis.