España debería estar hace tiempo en la más calamitosa de las situaciones, a tenor de las declaraciones que acompañan a las diversas reformas contempladas por nuestros incompetentes gobernantes. Todos, excepto los pudientes que se lo han llevado a espuertas a paraísos fiscales, nos hemos dedicado durante muchos años a esquilmar al Estado.
Comenzando por los funcionarios, que por el hecho de haber aprobado una oposición se creen propietarios en sentido patrimonial de su puesto de trabajo, lo que les convierte en unos vagos e incompetentes. Además, cobran mucho más que en el sector privado y trabajan muchas menos horas.
Díganselo al Juez que delante de un expediente de mil y pico folios, con un “petitum” de varios millones de euros, sabe que cualquiera de los dos abogados sentados a su izquierda y a su derecha van a percibir por ese asunto lo que cobrará él en varios años de trabajo, dedicando muchas horas de su tiempo libre para sacar adelante los múltiples casos que caen en sus manos.
Díganselo al neurocirujano, traumatólogo o urólogo que realiza del orden de veinte operaciones al mes en la sanidad pública percibiendo por ello lo que otro especialista recibe por una sola operación, de las dos o tres que realiza en una tarde.
Díganselo al arquitecto o ingeniero que proyecta, supervisa y dirige varias obras a lo largo del año consiguiendo un sueldo anual que otro compañero factura con el proyecto y la dirección de una simple vivienda unifamiliar y de los cuales, en los años de bonanza, ha podido realizar hasta media docena al mes.
Díganselo a los abogados del Estado o del INSS; a los Inspectores de Hacienda; a los médicos de Evaluación de Incapacidades; a los profesionales de la gestión; díganselo, en general, a cualquier empleado público.
Hace unos años, cuando España rebosaba dinero, eran mirados por encima del hombro porque percibían una miseria en comparación con lo que se ganaba privadamente. Hoy son envidiados por haber elegido la Administración para ganarse la vida y tener una plaza fija (única garantía de independencia), que se han ganado opositando junto con otros preparadísimos ciudadanos. Ellos no envidiaban a los trabajadores del sector privado cuando se llenaban los bolsos en los años de bonanza, ni percibieron ningún plus cuando el Estado recaudaba sin parar. ¿Por qué entonces tanta inquina?
Los verdaderos culpables de la situación en la que nos encontramos han conseguido desviar la atención de los ciudadanos hacia quienes no han tenido ninguna culpa. Políticos que están percibiendo sueldos astronómicos, que han colocado en puestos de libre designación a serviles clientes, son los que emponzoñan con cuestiones como el aumento de horas, bajada de sueldos, cafelitos o periódicos para que la ciudadanía se ensañe con quienes optaron por la función pública, dedicando una buena parte de su vida a preparar una oposición, y concursaron para conseguir un destino, en muchos casos, alejadísimo de sus familias y amigos. Ensáñense con esos políticos “crápulas” y con esos avariciosos empresarios que conminan a laborar como chinos mientras ellos llenan sus bolsillos, muchas veces, produciendo en China y con sus domicilios fiscales fuera de España, para eludir impuestos.
Otro día lo dedicaré a los mineros sinvergüenzas que han recibido lo que no está escrito. A los desempleados que rechazan ofertas de trabajo porque prefieren seguir percibiendo el subsidio. A los subvencionados que tienen dependientes, a los ladrones pensionistas, a los enfermos que se han hinchado a medicinas innecesarias, a los estudiantes que superan la selectividad sin estar preparados…. En general, a los que nos hemos dedicado a arruinar el país. Nosotros. Que no ellos. Y dentro de unos meses, pregunten al señor Garzón, que acaba de abrir bufete en Madrid, si cobra más que cuando era juez.