Ha llegado el verano con unos vaivenes en el termómetro que ya ni en el campus de
Faes se atreven a negar lo del calentamiento global. Pero este año no sólo
El Corte Inglés y las tiendas
Inditex han colgado el cartel de rebajas: todo el país, toda España, desde Finisterre al Cabo de Trafalgar, está con unos
descuentos que hacen vibrar hasta a
Donald Trump. Como hace tiempo que no podemos devaluar la pela y no damos con la salida a esta crisis le hemos quitado el polvo al viejo eslogan del franquismo más comercial, aunque lo hemos pasado a versión digital: un
Spain is different 2.0 que rula por las redes sociales con un nivel de inglés que aún deja mucho que desear. La democracia en España se ha hecho mayor pero a sus treintaitantos no se quiere ir de casa, o quizá se fue por un tiempo y ha vuelto en plan
generación bumerán. Debajo de los Pirineos hemos cambiado el miedo a las conspiraciones judeomasónicas lideradas por curas comunistas por ataques de especuladores internacionales tan ávidos y lujuriosos como
Strauss-Kahn. Ahora se nos indigesta el bocata de tortilla en el Día del Desfile Nacional y preferimos
hamburguesas gourmet en la periferia de algún centro comercial. La máxima aspiración política de algunos es conseguir que un templo de casinos y burdeles,
Eurovegas, quede cerca de nuestra ciudad. Da igual el grave estropicio ambiental, estético y cultural; todo vale por reducir el déficit que padecemos a base de despilfarrar. Ahora que los
poceros y las seseñas ya
no chutan hemos activado un ingeniosísimo e innovador plan B: del
Bienvenido Mister Marshall al Bienvenido Mister Adelson. Que todo cambie para que todo siga igual.
Rajoy ha aprovechado desde el principio de la Eurocopa el tirón de la selección para reivindicar la marca España.
En medio de esta crisis de autoestima nacional, once gladiadores con nuestra bandera entre los dientes se han marcado un triunfo de los que hacen historia: dos Eurocopas y un Mundial de fútbol en cuatro años. Si a finales del siglo XIX, tras la pérdida de las últimas colonias del Imperio, surgió un movimiento de pensamiento influyente y crítico que, bajo el fuego del lema unamunesco de Me Duele España, pasaría a la inmortalidad como la Generación del 98, en esta hecatombe financiera de principios del XXI, con el telón de fondo de las hipotecas subprime y del pelotazo del ladrillo, parece que es el deporte, a través de hazañas como las de La Roja, Alberto Contador, Fernando Alonso o Rafa Nadal, el contrapeso cultural, la reacción frente a una crisis que todos queremos derrotar. Que me perdonen intelectualoides y pedantes, pero nuestros deportistas y sus logros, algunos de ellos absolutamente épicos, lo que muchos desprecian como segunda parte del pan y circo, personifican la imagen de una España unida, solidaria y luchadora. Una España que no piensa claudicar
Fuente: http://ethic.es