En primer lugar, quiero dar las gracias por mi nombramiento a S.M. el Rey y al Presidente
del Gobierno. Y extiendo mi agradecimiento a la Vicepresidenta y a todos los miembros
del gobierno de la nación.
Ni que decir tiene que sin la confianza, la amistad y el ánimo de los ministros de Economía
y de Hacienda yo no estaría hoy aquí. Y, desde luego, gracias a los representantes de los
grupos parlamentarios que, de acuerdo con lo previsto en la Ley de Autonomía del Banco
de España, consideraron en el Congreso de los Diputados la propuesta del gobierno para
mi nombramiento y la acogieron favorablemente.
Quiero dejar constancia de mi reconocimiento a Miguel Ángel Fernández Ordóñez y a los
dos subgobernadores que han colaborado con él. Conozco a Fernández Ordóñez, a
Viñals y a Aríztegui desde hace muchos años y sé muy bien de su absoluta integridad
personal, su competencia y su entrega al servicio público.
Extiendo mi agradecimiento a todos los directores generales y a todos los consejeros del
Banco, entre los que quiero destacar a los miembros de la Comisión Ejecutiva, que es el
corazón del gobierno de esta Casa: Angel Luis López Roa, que está ya en su segundo
mandato; Vicente Salas, que terminó hace poco el suyo; y Ana Sánchez, una gran
economista, y aún mejor persona, que ha dedicado toda su vida de trabajo, con gran
eficacia y discreción, al Banco de España. Y también quiero dar la bienvenida a Maximino
Carpio, nuestro nuevo consejero, agradeciéndole muy sinceramente que haya aceptado
esa responsabilidad.
Y, finalmente, en este capítulo de agradecimientos, gracias, de nuevo al Presidente Rajoy
y a su gobierno, que, de acuerdo con el primer partido de la oposición, aceptaron mi
propuesta para nombrar Subgobernador a Fernando Restoy. El Banco recupera, así, un
profesional verdaderamente sobresaliente, con un magnífico historial académico, amplia
experiencia y un profundo conocimiento del sistema financiero español e internacional.
Confieso que siento emoción por la confianza que se ha puesto en mí y por la
responsabilidad que asumo.
Empecé a trabajar para el Estado hace más de 40 años y, salvo un período en el Banco
Interamericano de Desarrollo, una institución en la que tuve un trabajo apasionante y de la
que conservo el mejor recuerdo, no he tenido otro patrono que el Estado.
A lo largo de estos más de 40 años he conocido a personas magníficas, cuyo ejemplo y
amistad han sido para mí muy importantes. Mis recuerdos van a Juan Antonio García Díez
y a Leopoldo Calvo-Sotelo, a cuyas órdenes tuve el honor y el placer de trabajar en los
años, nada fáciles y ya tan lejanos, de la Transición; y van también a Mariano Rubio y a
Luis Ángel Rojo, constructores e inspiradores, en gran medida, del moderno Banco de
España. Como saben algunos veteranos de esta Casa, tengo razones para el recuerdo
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agradecido: los dos me enseñaron muchas cosas, ejercitándose conmigo,
abundantemente, en la difícil virtud de la paciencia.
Realmente, nunca imaginé que al final de mi carrera tendría un destino –para usar el
lenguaje de los funcionarios- tan importante, tan honroso y tan difícil. Ser Gobernador del
Banco de España ha significado siempre asumir una gran responsabilidad, aún mayor, me
parece, en las actuales circunstancias.
Yo resumiría en tres puntos, dos, de sustancia, y uno, de procedimiento, las prioridades y
las tareas urgentes del Banco hoy.
Primero, lo más evidente: tenemos que sanear y reforzar nuestro sistema bancario para
que se recupere la confianza, se restauren los flujos normales de financiación y se logre,
lo antes posible, la recuperación de la actividad y el empleo en España.
La crisis económica y financiera que atravesamos se podrá superar con un gran esfuerzo
de reformas, de ahorro y racionalización en nuestras finanzas públicas y un gran esfuerzo
por parte de nuestras entidades de crédito para sanear sus balances y reforzar su base
de capital, contando, en una serie de casos, con la ayuda del Estado y con los recursos
que la Unión Europea va a poner a nuestra disposición; y, también, contribuyendo a la
puesta en marcha, en el ámbito de la Unión Monetaria y de toda la Unión Europea, de
nuevas iniciativas para avanzar en la coordinación fiscal y en la integración bancaria y
financiera.
En segundo lugar: partiendo de las experiencias y enseñanzas de la crisis que se inicia en
2007, sin descuidar sus funciones tradicionales, e igual que lo están haciendo otros
bancos centrales de nuestro entorno y el propio Banco Central Europeo, el Banco de
España tiene que empezar a pensar en términos de lo que llamamos, para abreviar,
“estabilidad financiera”, adecuando sus competencias y su organización a ese objetivo.
No sé cuándo se podrá culminar este trabajo, que será complicado y largo, pero tenemos
que empezarlo ya.
Y, en tercer lugar: el Banco de España desarrolla sus funciones en un marco legal de
autonomía e independencia, obligado, en todo caso, por nuestra pertenencia al Sistema
Europeo de Bancos Centrales. Todas las fuerzas políticas participan de este consenso y
esto le da al Banco una gran fortaleza. Pero esta fortaleza tiene, naturalmente,
contrapartidas: acentúa nuestra responsabilidad y nos obliga a esforzarnos para
conseguir que se entienda bien lo que hacemos y por qué lo hacemos. En suma, los que
trabajamos en esta Casa tenemos que demostrar que usamos bien ese capital de
confianza que las fuerzas políticas nos han entregado.
El Banco de España es una institución fuerte, una gran máquina, bien organizada, con
mucha experiencia, con magníficos profesionales, orgullosos de su trabajo. Pero
necesitamos la comprensión y la ayuda de todos: partidos políticos, agentes económicos
y medios de comunicación. Y, desde ahora mismo, me atrevo a pedir esa ayuda y esa
comprensión.