Charlaba distendidamente esta semana con un pequeño empresario sobre cuestiones de economía y, como no podía ser de otra forma, de la repercusión que la crisis estaba teniendo en sus negocios.
Me decía que estaba en una edad en la que solo buscaba mantener el trabajo para no tener que despedir a ninguno de sus seis asalariados, alguno de los cuales llevaba con él más de 20 años, e intentar cerrar el año con beneficios, sin buscar ser el más rico del cementerio ni el que más trabajara de Asturias.
En un momento de la conversación le planteé el supuesto de que, al cerrar el año, se encontrara con unos beneficios de un millón de euros. ¿Serías capaz de exigir a tus empleados que trabajaran más? Lo que haría es darles un sobre a cada uno de ellos con una importante gratificación por el trabajo bien hecho, me respondió. Me comentaba que los trabajadores son plenamente conscientes de cuándo van mal las cosas a la empresa, pero también se dan cuenta de cuándo van bien y, de igual manera que si se da la primera circunstancia, asumen estoicamente los sacrificios, si se produce la segunda, no entienden que todo el éxito se lo atribuya el empresario.
Algo similar a lo que plantea el señor Roig, presidente de Mercadona, que en el último año, en plena crisis, ha visto incrementado su patrimonio un 62% y que actualmente es la tercera mayor fortuna de España, detrás del señor Ortega, el de Inditex, y del señor Andic, el de Mango.
Al señor Roig se le atribuye un patrimonio de 4.700 millones de dólares, que uno entiende que habrá conseguido con su habilidad empresarial, pero sobre todo, gracias al trabajo de sus empleados. Sin embargo, este señor se atreve a salir a los medios a exigir a los españoles que trabajemos más, si es posible, como chinos. Si este señor ha conseguido amasar 4.700 millones de dólares con trabajadores laborando a la española, ¿cuánto habría atesorado si peonaran como chinos?
Más cercano a nosotros, el caso de Asturiana de Zinc, que sin parar de producir, batiendo récord de producción en 2011, tiene congelado el salario de sus empleados mientras su presidente, el señor Zaldumbide, va a recibir la friolera de 18 millones de euros en los próximos tres años. La austeridad en época de vacas flacas es comprensible cuando es compartida por todos. En algún sitio me pierdo