El martes, la enseñanza pública se echó a la calle. Esa enseñanza que acoge a todos los alumnos, sin discriminación alguna. Esa enseñanza que llega a todos los rincones, sin buscar una rentabilidad económica. Esa enseñanza en la que miles de españoles nos hemos formado.
Hoy, dicen algunos, esa enseñanza es un modelo caduco. Y lo dicen personas que no han pisado un aula de la pública. Personas que solo han recibido formación en centros privados. Estos son los que van a establecer los nuevos parámetros de formación, sin saber lo que se cuece en los Colegios e Institutos Públicos.
La enseñanza pública goza de perfecta salud. Acaban de titular los alumnos de 2º de Bachillerato, con una formación que para sí la quisieran muchos alumnos de otros centros. Basta seguirles el rastro para comprobar que no se trata de una afirmación gratuita.
Cuando se escucha a alguna persona decir que la enseñanza es un desastre, que los alumnos han perdido el respeto a los profesores, que se ha abandonado la educación en la urbanidad y las buenas maneras, que…. Tal pareciera que no hay una enormidad de cosas buenas en los chavales. Como si nosotros, en nuestra adolescencia y juventud, hubiéramos sido un dechado de perfección.
Los chavales son los que hacen que la enseñanza merezca la pena. Al profesor que se hace respetar, se le respeta. Eso sí, el respeto ha de ser mutuo. Los chavales, ahora, son más espontáneos de lo que lo éramos nosotros. Unos estudian más que otros, como en nuestros tiempos, pero ahora, además, saben idiomas, informática, música, tocan instrumentos, hacen deporte…
Ni estamos inmersos en una cultura ruinosa que socava los principios morales que dan a las buenas maneras significado, ni la pública está inmersa en el adoctrinamiento marxista y nihilista. Eso son patrañas para desprestigiar esta enseñanza e imponer las ideologías carcas, cercenando la igualdad y la equidad.
Que hay algunas cosas mejorables, como en todo. Pero si los niños y adolecentes tiene malos modales en las iglesias (como leí en un periódico regional al señor Lantero), que busquen las razones en la enseñanza privada.