Europa necesita cambios radicales para que la debacle de los últimos estertores de la globalización neoliberal puedan ser superados y se inicie un nuevo modelo que permita crecer y evitar desmanes y burbujas al mismo tiempo.
Un sistema que tenga en cuenta el mundo en su conjunto y que sea consciente de que el predominio y la explotación de recursos ajenos -¡algunos conquistados por la fuerza, como en Iraq y Libia, muy recientemente!- ha terminado. Que a partir de ahora deberá hacerse realidad la “cooperación internacional” tan preconizada en los años 60 y 70 del siglo pasado y luego sustituida por la explotación pura y simple.
A una crisis sistémica corresponde una solución sistémica. A una situación sin precedentes –me encanta repetir esta frase de Maalouf- corresponde una solución sin precedentes.
Observemos el panorama planetario: el CELAC, como emancipación de América Latina y el inicio de su resurgir; la India; Turquía; Rusia… África… China…
Occidente –en el que los Estados Unidos se han separado del “mono carril austero” de la Unión Europea- es el que sufre los máximos desperfectos porque fue el que más colaboró en el “ingenio globalizador”, en la sustitución de valores éticos por bursátiles, en la especulación y deslocalización, en el desarrollo de una economía de guerra de proporciones colosales.
Tiempos nuevos –mecanización, robotización, trabajo en ordenadores, longevidad…- para un nuevo sistema de economía… y de vida. Cambian demasiadas cosas para que sigamos pensando en soluciones económicas “tradicionales”.
Por lo pronto, es necesario que Hollande de un “volantazo” a la situación europea. Y que Obama, reelegido, proceda con rapidez a la refundación de un sistema multilateral democrático.
A escala local, democracia. Democracia a escala regional. Democracia global mediante un Sistema de Naciones Unidas totalmente rehecho.
Al igual que 1948 se iluminaron los caminos del mañana con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sería ahora muy oportuno, para pasar de la fuerza a la palabra, para pasar de una cultura de violencia a una cultura de diálogo, una Declaración Universal de la Democracia.
Con Hollande y Obama quizás pudiera iniciarse el gran cambio que Occidente y otros muchos países requieren con apremio